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Actualizado: 5 de julio de 2025


Y fue que él se imaginó haber llegado a un famoso castillo -que, como se ha dicho, castillos eran a su parecer todas las ventas donde alojaba-, y que la hija del ventero lo era del señor del castillo, la cual, vencida de su gentileza, se había enamorado dél y prometido que aquella noche, a furto de sus padres, vendría a yacer con él una buena pieza; y, teniendo toda esta quimera, que él se había fabricado, por firme y valedera, se comenzó a acuitar y a pensar en el peligroso trance en que su honestidad se había de ver, y propuso en su corazón de no cometer alevosía a su señora Dulcinea del Toboso, aunque la mesma reina Ginebra con su dama Quintañona se le pusiesen delante.

La una se llamaba el cuarto del cardenal, porque en siglos pasados un cardenal de la familia se alojaba allí cuando venía a pasar una temporada a la Granja; otra, el salón de los retratos, porque había unos cuantos colgados; otra, la sala nueva, aunque parecía tanto y aún más vieja que las demás. Todo aquello representaba la vida íntima de una familia al través de los siglos.

La voz calló, mas el piano fué alentado por el genio de mi buena amiga, arrancando de sus cuerdas uno de los más sublimes nocturnos. Las últimas notas se confundieron con el gorjeo de un precioso pájaro, de plumaje tan bello como armonioso era su canto, que alojaba una dorada jaula pendiente de uno de los huecos de la caída. ¿Ese pájaro es de China? dije á mi amiga.

Alojaba acaso aquella noche en la venta un cuadrillero de los que llaman de la Santa Hermandad Vieja de Toledo, el cual, oyendo ansimesmo el estraño estruendo de la pelea, asió de su media vara y de la caja de lata de sus títulos, y entró ascuras en el aposento, diciendo: ¡Ténganse a la justicia! ¡Ténganse a la Santa Hermandad!

El general se alojaba en un palacio de la plaza; a la puerta dos oficiales hablaban. Le hizo pasar Briones a Martín al cuarto en donde se encontraba el general.

Y señaló precisamente la única puerta que estaba cubierta con una mampara de cuero verde, ostentando un rótulo comercial, enorme, dorado, pretencioso. La doctora se alojaba en una oficina... ¡Cómo hubiera llegado él á encontrarla! La primera pieza era realmente una oficina, un despacho de comerciante, con casillero para los papeles, mapas, caja de caudales y varias mesas.

Cogió la mantilla, se la echó encima de la cabeza con mano convulsa, obligó a la doméstica a ponerse la suya y se lanzaron a la calle. El Campo de los Desmayos hervía ya de gente. Les costó mucho trabajo avanzar hasta colocarse en el medio. Obdulia quería a todo trance acercarse a la casa del párroco, donde se alojaba el prelado.

Desde Carrio donde se alojaba se había venido á Canzana, donde un incauto vecino le recibió por huésped. Lo fué tan molesto que á los pocos días de buena gana le hubiera echado. Pero no se atrevió á hacerlo porque al instante le inspiró un gran terror, como á todos los que se le acercaban. Lo mismo le importaba á aquel malvado dar una puñalada que beberse una copa de aguardiente.

El hotel de Puerto Rico, donde tío Manolo se alojaba, no era, en realidad, más que una mediana casa de huéspedes. Nada de cuanto caracteriza a los hoteles se encontraba en él; ni movimiento de criados, ni entrada y salida de viajeros y equipajes, ni ruido de ninguna clase. Por lo demás, éstos eran fijos y no pasaban mucho de una docena.

La desgraciada mujer había venido de muchas leguas lejos, a solicitar el indulto, y alojaba en una casa sucia y miserable de uno de los barrios extremos de Madrid. Allá a la noche me sentí fatigado, cual si hubiera pasado el día trabajando, cuando no hice otra cosa que errar distraído por las calles, y me acosté temprano.

Palabra del Dia

malignas

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