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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Aprovechando un momento de confusión, Lola se escurrió y volvió trayendo en la falda del vestido una mescolanza de naranjas, trozos de piñonate, almendras, bizcochos, pasas, galletas, relieves de la mesa amontonados a escape, que comenzó a distribuir con largueza y garbo. Doña Dolores saltó hecha una furia.

Para ello tuvo necesidad de quedarse un poco rezagada, y yo, claro está, interesadísimo también por el niño, me quedé a su lado. Terminado el previo y provisional aseo, la hermana le prometió darle dos almendras si se venía con ella a casa, y Perico, de buen grado, consintió en perder de vista sus lares por algunos minutos.

Todos palmeteaban y chillaban jaleando á los bailadores. Algunos tomaron puñados de almendras de la mesa y las arrojaron al aire, cayendo como una nube sobre ellos. La novia se fatigó antes que el padrino. Esto causó gran regocijo. El viejo fué felicitado con entusiasmo. Pepa, jadeante, dijo: Que baile ahora Soledad para quitarles á ustedes el amargor de la boca.

Tenía que confesar que «la parte animal, la bestia, el bruto, estaba en él mucho más desarrollado de lo que había creído». No pensaría Bonis que el inofensivo flautista que olía a aceite de almendras, tenía dentro de aquel turcazo voluptuoso que se dejaba querer al estilo artístico-oriental tan ricamente.

Dos mujeres, madre e hija, hablaban así, acabando de poner la mesa: ¿Está todo? Falta que venga Pepe con los postres. ¿Qué le has dicho que traiga? Una caja de perada, turrón... la leche de almendras ya está ahí, la trajo la chica del café donde suele ir Pepe. ¿Y el besugo? Nadando en salsa; ahora le pondrás las rajitas de limón. ¿Qué falta? Aderezar la lombarda y traer a papá.

Los transeuntes se arremolinaban impidiendo el paso de los carruajes. El grupo de mujeres de la jardinera alcanzó una ruidosa ovación. ¡Viva la sal de la tierra! ¡Vivan las mujeres castizas! ¡Vivan los novios! ¡Vivan los padrinos! El señor Rafael, entusiasmado, arrojaba puñados de almendras y monedas de cinco céntimos á los chicos.

No; mejor sería en su casa, completamente solos, sin la molestia de las miradas del público. Al presentarse el camarero con una gran bandeja en aquel piso alto donde ocultaban su felicidad, tuvieron que colocar sobre una mesilla del señor Vicente el solomillo con patatas, la merluza frita, el postre de pasas y almendras y la botella del vino.

Se coloca en una cacerola y se echa por encima vino blanco, poniéndolo al horno. Se disuelven en leche almendras tostadas y molidas, haciendo hervir un poco, se pasa por un colador y se vierte sobre la ternera al tiempo de servirla. Pueden sustituirse las almendras con nueces, que resulta de muy buen gusto, pero de color muy oscuro.

Válgame para explicación de mi conducta que la indulgencia debe recaer sobre el non plus ultra de lo que produce cada uno. No hay que podar el quejigo, porque, á pesar de la poda, siempre dará bellotas ásperas y no dulces almendras. De mal árbol no se espere fruto sazonado y sabroso.

Se de manifiesto tal intencion en el acto por medio del cual, el 2 de octubre de 1607, Martin de Almendras Holguin, entónces gobernador, dio en encomiendas la provincia de Moxos á Gonzalo de Solis Holguin y á los suyos, durante dos vidas, con la condicion de fundar en ella una ciudad bajo el nombre de Santísima Trinidad, y de enseñar las doctrinas del cristianismo á sus habitantes . No supieron los Españoles proceder acertadamente en esta empresa, y exasperaron por lo tanto á los indígenas, quienes cortaron toda correspondencia con los moradores de Santa-Cruz.

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