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Actualizado: 9 de junio de 2025
Miró a Lucía sorprendido, cual si la viese por primera vez, y con voz debilitada pronunció: Me voy a París ahora mismo.... Mi madre se muere. Sintió ella en el cráneo otro golpe de maza, y quedose sin voz, sin aliento, sin pulsos.
D. Prisco se dejó caer de rodillas á su lado, para recoger su último aliento y enviarlo á Dios con el perdón de sus pecados. El capitán, teniendo á su hija desmayada entre los brazos, lloraba como un niño. En aquel momento, el noble hidalgo D. César de las Matas de Arbín se irguió arrogante en medio del campo.
Don Álvaro no recordaba siquiera que la Iglesia celebraba aquel día la fiesta de Todos los Santos; había salido a paseo porque le gustaba el campo de Vetusta en Otoño y porque sentía opresiones, ansiedades que se le quitaban a caballo, corriendo mucho, bañándose en el aire que le iba cortando el aliento en la carrera... «¡Perfectamente!
Y se encogió, se dilató su pecho, y lanzó un aliento que rugía, poderoso, ardiente, indicio de la horrible lucha que conmovía su alma destrozada. Sí, sí dijo impaciente Dorotea.
Mi memoria no ha conservado de ello sino un recuerdo confuso. Me acuerdo que de repente lancé un grito que hizo estremecer a la misma Marta, que me arrojé junto a su cama y que, apoderándome de sus manos ardientes, grité en un aliento: ¡Sálvame, sálvame, despiértate!
Mas no en batallas se probó tu aliento: En pulperías fueron tus campañas, Armado con un naipe mas mugriento Que el corazon que abrigan tus entrañas. Pérfido el vaso de licor tendiendo Y bajo el poncho armando la cuchilla, Y á tus contrarios por la espalda hiriendo, Seguido por vandálica gavilla;
Diciendo esto, en mi interior se retorcían dolorosamente unas como culebras, que me estrujaban el corazón mordiéndolo y apretándolo con estrechos nudos. Yo quería aparentar serenidad; pero mis palabras balbucientes y cierta invencible sofocación de mi aliento descubrían la flaqueza de mi espíritu caído desde la cumbre de su mayor orgullo. ¿Quieres saberlo? Pues te lo diré. Es un inglés.
La brisa columpiaba las flores, leda y gentil, muy acariciadora, y el caballo andaluz, fino y esbelto, bebía brisa y aromas, dejándoles al pasar la espuma blanca de su aliento.
Al poco rato, volando sobre la muchedumbre, vuelven a los aleros, solicitados por tierna prole, amor que les infunde coraje para cruzar a ras del aliento y de la gritería de cien mil personas.
El joven cobró aliento. Pero cuando ella le volvió la espalda para escuchar la ópera, estaba tan alterado aún y confuso que no se atrevió a besar el cabello, aunque el peinado era bajo y la ocasión más propicia que nunca. Al cabo de un rato, Clementina se volvió de pronto y le dijo en voz baja: ¿Por qué no besa usted hoy el pelo como otras noches? La emoción fué inmensa, abrumadora.
Palabra del Dia
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