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Actualizado: 9 de junio de 2025
Una noche sintió pasos muy quedos cerca de su cama; luego un aliento helado sobre el rostro, al par que una voz sepulcral murmuraba en las tinieblas: «¡Qué frío tengo!» Encendió la vela creyendo que sería la criada que en el mismo cuarto dormía; pero al ver á ésta reposando tranquila, se puso á rezar con toda calma por el ánima cuya visita acababa de recibir.
Era un amor humano: el amor del hombre hacia la mujer: una atracción incontrastable me arrastraba en mi pensamiento a confundirme con ella: parecíame sentirla engrandeciendo mi ser, absorbiéndose enteramente su cuerpo y su alma, respirando en su aliento, latiendo en su corazón, viviendo en su vida... ¡Oh!
Cobra ligeramente aliento y prosigue: «En cambio aquí, como el presidente llega a la meta ya viejecito, la presidenta suele ser otra viejecita ya cansada, concluida, reumática, cuyo mayor deseo es que la dejen tranquila. ¡Y luego hablan de las jóvenes repúblicas! La juventud está en las monarquías.
Pero ¿depende esto de que en los dramas de Lope, Tirso, Calderon, Moreto, Alarcón y Rojas, de que en todo nuestro gran teatro español no haya más personajes que D. Juan, con tanto aliento de vida, con tanta predestinación para la inmortalidad, como los héroes shakspearianos?
28 y habitó las ciudades asoladas, las casas inhabitadas, que estaban puestas en montones. 29 No enriquecerá, ni será firme su potencia, ni extenderá por la tierra su hermosura. 30 No se escapará de las tinieblas; la llama secará sus ramas, y con el aliento de su boca perecerá. 31 No será afirmado; en vanidad yerra; por lo cual en vanidad será trocado.
Lo que más le confundía era la extraña rapidez, la fatal impaciencia con que se precipitaban sobre él tantas contrariedades, tantas amarguras, que no le daban tiempo para buscar aliento y esperanza en su inteligencia y en su corazón. Entró en la casa, y subió lentamente la escalera de la casa del siglo décimoctavo.
Pero... pero te vi... continuó Artegui . Te vi por casualidad, y por azar también, y sin que de mí dependiese, estuve a tu lado algún tiempo, respiré tu aliento, y sin querer... sin querer... comprendí que.... No quise confesarme a mí mismo tu victoria, ni la conocí hasta que te dejé en ajenos brazos.... ¡Oh! ¡Cómo maldije mi necedad en no haberte llevado conmigo entonces!
Sin embargo, al cabo de un instante, Tristán pareció volver en sí y dejó escapar un débil gemido. Tristán, Tristán, ¿cómo te sientes? ¿Tienes dolores? le gritó sofocada por la emoción. El joven se llevó la mano a un hombro. No te asustes... sólo aquí siento algún dolor murmuró con aliento casi imperceptible. ¿Quieres que nos quedemos esperando que alguien pase?
No puede llamarse con verdad desdichada la criatura que no lo fue desde su nacimiento, y aun en el seno yo de mi madre, para mí empezó la desdicha. Nací en esta hermosa ciudad de Sevilla, y en su calle que llaman del Hombre de Piedra, y con tan dura fortuna, que el instante del primer aliento mío, fue el del postrero de mi padre.
No tengas de mi fe duda que pueda vivir un solo punto; ¡ay! perdona mi tardanza, que al instante contigo me tendrás. Dijo, y descubriéndole la cara le dio un beso tan fuerte que se oyó en toda la Iglesia, y con un ¡ay! faltole el aliento en un instante y la Parca puso un sello en sus ojos.
Palabra del Dia
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