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Poco después, a pocos pasos de ellos, oyeron un ligero golpe, como si un cuerpo duro hubiera tocado contra el suelo. Después volvieron a oír un ruido semejante; pero esta vez alejándose. Es un bomerang dijo Van-Stael . Esos tunos se han dado cuenta de que los seguimos. ¿Es uno de esos palos ligeramente curvados, de que me hablaste? preguntó Cornelio.

Veremos respondió alejándose. Castro sintió aquella sonrisa como un golpe en medio del pecho. Se mordió el labio inferior y murmuró: ¿Coqueteamos, eh? ¡Ya me la pagarás, hermosa! En el salón había ya algunas personas, entre ellas Ramón Maldonado y la hija de Pepa Frías con su marido. En otro saloncito contiguo estaban preparadas hasta seis mesas de tresillo.

Tuvieron siempre á la vista una hilera de colinas, que empezando por el Cerrito Colorado siguen la direccion de la derrota, acercándose ó alejándose, que en el pais llaman Cerrillada, porque es lo que mas se eleva en el terreno de estas vecinas campañas, sin que por eso se excedan de la altura del Cerrito Colorado.

Y convencido de que nunca había de triunfar sobre una voluntad rebelde al amor, fué alejándose, sin que la esposa se mostrase triste y ofendida. Ella misma ayudó con no oculta satisfacción á este divorcio.

Jamás toro de ganadería famosa pudo compararse en inteligencia con este Morito, bestia inmortal banderilleada y estoqueada miles de veces, sin sufrir otras heridas que las insignificantes que le curaba el carpintero. Parecía tan sabio como los hombres. Al llegar junto al alumno, cambió de dirección para no tocarle con los cuernos, alejándose con los palos clavados en su cuello de corcho.

¡No! contestó Isagani moviendo tristemente la cabeza; quiero quedarme aquí, quiero verla por última vez... ¡mañana ya será otra cosa! ¡Cúmplase el destino! exclamó entonces Basilio alejándose á toda prisa.

Que muriesen otros era natural: ¡pero Julio!... Mientras caminaba, alejándose de él, la esperanza parecía cantar en su oído. Y como un eco de sus gratas afirmaciones, el padre repitió mentalmente: No hay quien le mate. Me lo anuncia el corazón, que nunca me engaña... ¡No hay quien le mate! No hay quien le mate Cuatro meses después, la confianza de don Marcelo sufrió un rudo golpe.

Las olas se estrellaban furiosas en tales obstáculos con fragor tremendo, reventando en espumas, alejándose y volviendo furiosamente a la carga. ¡Atención al paso, Van-Horn! gritó el Capitán, que se había puesto pálido. ¿Hay escolleras delante? preguntó el piloto con la voz ligeramente alterada. No. Confiemos en que se podrá pasar.

Si no, haz una cosa, Sancho, por mi vida, porque te desengañes y veas ser verdad lo que te digo: sube en tu asno y síguelos bonitamente, y verás cómo, en alejándose de aquí algún poco, se vuelven en su ser primero, y, dejando de ser carneros, son hombres hechos y derechos, como yo te los pinté primero... Pero no vayas agora, que he menester tu favor y ayuda; llégate a y mira cuántas muelas y dientes me faltan, que me parece que no me ha quedado ninguno en la boca.

Maltrana, extrayendo un revólver de su encierro, montaba la llave y lo puso en la mano del barón, alejándose luego hacia el otro combatiente. Gómez dio un consejo rápido al belga, que quedaba en guardia con el arma en alto. Compañero, apunte a los pies. Yo conozco los revólveres; siempre envían la bala por arriba. Créame: a los pies... siempre a los pies, y hará carne seguramente.