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Observó que los clavos de la puerta figuraban cabezas de leones. Llamó de nuevo. El exceso de emoción le embriagaba. Por fin, el cerrojo crujió levemente y el postigo entreabriose; doña Alvarez asomó la cabeza, y después de haberle observado un instante, le dijo en voz baja: ¡Albricias, señor don Gonzalo!

En uno de los mas suntuosos edificios de la Almedina, no lejos de los reales alcázares, gime encarcelado el buen señor de Salas, víctima de una infame traicion urdida por su cuñado Rodrigo ó Ruy Velazquez, el cual con una falsa carta de albricias le mandó á la corte de Hixem para que fuese degollado, mientras sus siete hijos perecian en la celada que tambien les tenia dispuesta.

Fernando de Ecija vecino de esta ciudad trajo la nueva de como el conde de Cabra y Martínez Alonso y otros caballeros habían desbaratado y cautivado al rey de Granada y otros muchos caballeros y peones que le acompañaban. La ciudad le dió 3000 mrs. de albricias.

Lo cierto es que por aquel tiempo se compuso decididamente con su obispo, y le siguió dócil y resuelto cuando este se declaró por D. Fernando y D.ª Isabel; en prueba de lo cual mandó dar mil maravedís de albricias al criado del rey que le trajo la nueva de su victoria contra el rey de Portugal.

La noche que siguió al día del rencuentro de la Muerte la pasaron don Quijote y su escudero debajo de unos altos y sombrosos árboles, habiendo, a persuasión de Sancho, comido don Quijote de lo que venía en el repuesto del rucio, y entre la cena dijo Sancho a su señor: -Señor, ¡qué tonto hubiera andado yo si hubiera escogido en albricias los despojos de la primera aventura que vuestra merced acabara, antes que las crías de las tres yeguas!

Otra vez aparece Moisés en la cima de la montaña, con las tablas de la ley en una mano, y en la otra una serpiente de bronce en un báculo, diciendo: Albricias, que conmovido Dios de las lástimas vuestras .... Porque se vea Ser sus piedades más que Las ingratitudes vuestras.

Doña Inés se disgustó y rabió, pero don Alvaro quedó más encantado que Calvete y le dio en albricias un doblón de a cuatro duros, después que el niño dijo delante de él la palabreja y él admiró el aprovechamiento y la precocidad del discípulo y la virtud didáctica del maestro.

Esta prueba de amistad, venida de tan lejos, y tratándose de un amigo que hubiera podido olvidar fácilmente desde las alturas de su actual bienestar y de sus distracciones, me ha causado una profunda alegría. 11 de marzo de 1821. ¡Albricias! Creo poder casar muy cerca de aquí, convenientemente y casi en familia, a mi bella Susana.

Al fin, hace tres días que tomé tierra, a despecho de los corredores y atalayas de la costa, y llegando como llegué a esta aldea, donde sabía que era aguardado de los míos, y abrazando a nuestro tío en esas casas que se ocultan entre las alamedas, he venido a presentarme a tus ojos, ya para llevarme yo mismo las albricias, si tal merezco, o para anticiparme a la pena, si es que mi desgracia no alcanza otro premio.

-Todo va bien hasta agora -dijo don Quijote-. Pero dime: ¿qué joya fue la que te dio, al despedirte, por las nuevas que de le llevaste? Porque es usada y antigua costumbre entre los caballeros y damas andantes dar a los escuderos, doncellas o enanos que les llevan nuevas, de sus damas a ellos, a ellas de sus andantes, alguna rica joya en albricias, en agradecimiento de su recado.