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Actualizado: 8 de junio de 2025


La discreción que me impone me es penosa para con Lacante, que es para más que un amigo; pero ella me responde que si Lacante es mi tutor, la Marquesa de Oreve es su protectora y habría las mismas razones para hacerle la confidencia. Y entonces, adiós secreto y vienen todos los inconvenientes de una espera interminable. Hay otra cosa que me alarma en Luciana.

Los de tierra no podían darnos auxilio; pero Dios quiso que oyera los cañonazos de alarma una balandra que se había hecho a la mar desde Chipiona, y se nos acercó por la proa, manteniéndose a buena distancia. Desde que avistamos su gran vela mayor vimos segura nuestra salvación, y el comandante del Rayo dio las órdenes para que el trasbordo se verificara sin atropello en tan peligrosos momentos.

Suena la generala en La Rioja, y los ciudadanos salen a las calles armados al rumor de alarma. Facundo, que ha hecho tocar a generala para divertirse, forma a los vecinos en la plaza a las once de la noche, despide de las filas a la plebe, y deja sólo a los vecinos padres de familia acomodados, a los jóvenes que aún conservan visos de cultura.

Me temo que algo malo puede ocurrir á Celinda, y debemos ir allá cuanto antes. ¡Con tal que no lleguemos tarde!... Estas palabras y otras del ingeniero esparcieron la alarma después de los primeros momentos de estupefacción. Don Roque fué corriendo á su casa para armarse y montar á caballo.

En aquel instante Mesía notó que la cabeza de Ana caía sobre la limpia y tersa pechera que envidiaba Trabuco. Se detuvo el buen mozo, miró a la Regenta inclinando el rostro y vio que estaba desmayada. Tenía dos lágrimas en las mejillas pálidas, otras dos habían caído sobre la tela almidonada de la pechera. Alarma general.

Un solo empleado trabajaba: un hombre de edad incierta, con cara pueril y bigote recortado. Su gesto obsequioso y sonriente contrastaba con su mirada fugitiva; una mirada de alarma y desconfianza. Al ver á Freya se levantó de su asiento. Esta le saludó llamándole Karl, y pasó adelante, como si fuese un simple portero.

Este tono de protección, tan impropio del estado de ambos, chocó extraordinariamente a Salvador; pero su asombro y alarma subieron de punto cuando Navarro, después de tener un rato las palmas de las manos sobre la lumbre, fue hacia su hermano, y poniéndole sobre el rostro una de aquellas manos que quemaban como plancha de hierro, le dijo pausadamente: Deja que acabe esta gran campaña, y luego veremos.

Lo mismo ella que su tía se pasmaron de ver en el semblante del joven una alegría inusitada, Los ojos le brillaban, y hasta en la manera de saludar a D. Francisco advirtieron algo extraño, que las llenó de alarma. «Hola, D. Paco; yo bien, ¿y usted?... Y doña Silvia y Rufinita, ¿siguen tomando los baños del Manzanares?». Este lenguaje tan confianzudo, era lo más contrario al temperamento y a la timidez de Maxi.

¡Tòni! ¡soy yo! dijo con voz sofocada por la violencia de la carrera. Al pisar la cubierta del buque recobró instantáneamente su tranquilidad. Ya no hubo más disparos. El silencio era lúgubre. A lo lejos lo cortaron silbidos de pitos, voces de alarma, ruido de carreras.

Una noticia parecía circular por los dos planos del jardín, haciendo surgir personas de los senderos, de los grupos de palmeras, de las murallas de vegetación. Lubimoff se dejó arrastrar por esta alarma, volviendo sobre sus pasos. Vió de lejos una mancha creciente y bullidora, un grupo al que se iban uniendo las filas serpenteantes de curiosos que bajaban corriendo las escalinatas.

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