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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Iba envuelta en un manto obscuro que había perdido su primer tinte y era del color llamado "ala de mosca". Agarrado á una de sus manos marchaba un niño cuya cabeza apenas le llegaba á las rodillas. Rosalindo no conocía á la difunta Correa ni jamás encontró á alguien que pudiera describírsela. Pero al ver a esta mujer por primera vez, quedó convencido de su identidad.
Pues ya para mí no hay Sino llorar que nací. ¿A tal tiempo, vil fortuna? Desespero, ¡por Alá! Mataréme. NARV. Triste está. ABIND. Ya no hay esperanza alguna. NARV. ¿Hombre de tanto valor Siente tanto el verse preso, O es las heridas? ABIND. No es eso. NARV. Pues ¿qué? ABIND. Desdicha es mayor. NARV. Ataos este lienzo en ellas, O aguardad, y os le pondré.
De mi parte y de la de todos estos cristianos que están conmigo, te ofrezco de hacer por ti todo lo que pudiéremos, hasta morir. No dejes de escribirme y avisarme lo que pensares hacer, que yo te responderé siempre; que el grande Alá nos ha dado un cristiano cautivo que sabe hablar y escribir tu lengua tan bien como lo verás por este papel.
Acurrucada en su butaca al lado de la ventana y envuelta en chales y mantas a pesar del ardiente sol de junio, cuyos rayos espolvoreaban de oro el estrecho despacho, permanecía allí largas tardes con la mirada vaga, sin hablar y acaso sin pensar, las manos inertes, y los párpados medio cerrados como esos pobres pajarillos de las islas que esconden la cabeza debajo del ala sin que nada pueda sacarlos de su sopor.
A primera vista se parecía a Liette, evidentemente, no en el color de los ojos y del cabello ni en el corte de cara, sino en la expresión. ¿Y se llamaba Raynal? ¿Será que?... El negro demonio de los malos pensamientos rozábale con su ala, y una sonrisa burlona respondía a las cejas fruncidas. ¿Será que?... Tendría gracia... ¡Ella, que las echaba de virtuosa! ¿Habré yo hecho el tonto?
Que si la ponía en ti, Dijo que a Coín vendría Y mi casa quemaría, Y aun dijo que dentro a mí. Por Alá que habló el villano Tal, que me obliga a reír De ver que entrar y salir Le parezca que es tan llano. ¡Oh Rey, que por esto pasas! ¿Que digan cristianos quieres Que forzarán las mujeres Y pondrán fuego a las casas? ¿Quién dió a Narváez cuidados De los casamientos?
La vieja casa, con sus anchas chimeneas despidiendo humo, parecía que había sido ensanchada después de sacada la fotografía, porque en el ángulo derecho se levantaba una nueva ala de ladrillo colorado, que la transformaba en una morada confortable.
Así que, sin tener miedo, nos puedes avisar de todo lo que quisieres. A lo que dices que si fueres a tierra de cristianos, que has de ser mi mujer, yo te lo prometo como buen cristiano; y sabe que los cristianos cumplen lo que prometen mejor que los moros. Alá y Marién, su madre, sean en tu guarda, señora mía.
Y ahora, Maestro y Padre, escucha: el niño aquel que en la emigración te siguió febril, enamorado de tu bondad y tu talento, el niño aquel que por serlo, no te acompañó en la hora de tu muerte, se ha hecho hombre y te es fiel, y de las semillas de amor que tú le dejaste caer en el pecho, esto es el fruto. Tu memoria lo fortalece como una esperanza, como un faro lo guía, como un ala lo levanta. Y si es verdad que la vida humana no es toda la vida, si es verdad que después de ella hay otra existencia superior, ordena, que él no quiere para sí mayor gloria que la de obedecer a tu mandato.
El único ruido que alteraba a la sazón el silencio del hermoso paseo de las Delicias, era el saludo que hacían las aves al sol en su ocaso. La inmovilidad del río era tal, que habría parecido helado si no le hubieran hecho sonreír de cuando en cuando la caricia del ala de un pájaro o el salto de algún pececillo juguetón.
Palabra del Dia
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