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Actualizado: 15 de mayo de 2025
ABIND. No sé; Que buena priesa he traido. JARIFA. ¡Ay, que esposo tan querido, En hora buena él lo fué! Llegada es ya la ocasión Que de aquestos brazos goces. ABIND. ¿Es posible que conoces Mi enamorada afición? Sí conoces, pues la pagas. JARIFA. Ya en efeto soy tu esposa. ABIND. Quiere Alá, Jarifa hermosa, Que así mi amor satisfagas.
¡Qué semana, la semana del baile! Pedro ha ido a la ciudad. Lucía quiso por un momento que fuera Juan, hasta que la miró Ana. ¡Oh, no, Juan! tú no te vayas. Una tristeza había en los ojos de Juan Jerez, que acaso ya nada haría desaparecer: la tristeza de cuando en lo interior hay algo roto, alguna creencia muerta, alguna visión ausente, algún ala caída.
Allí sus esperanzas puras de otros tiempos; sus agonías de esposo triste; el desorden de una mente que se escapa; el mar sereno luego; la flora toda americana, ardiente y rica; el encogimiento sombrío del alma infeliz ante la naturaleza hermosa; una como invasión de luz que encendiese la atmósfera, y penetrase por los rincones más negros de la tierra, y a través de las ondas de la mar, a sus cuevas de azul y corales; una como águila herida, con una llaga en el pecho que parecía una rosa, huyendo, a grandes golpes de ala, cielo arriba, con gritos desesperados y estridentes.
Y ¡cuánto mejor me fué el seguir los principios del justo que no la perversidad de Alicak! ¡Oh, buen Alá, qué dicha tan completa me espera!"
Conociendo que el centro era inexpugnable por entonces, siendo el principal objeto de Dupont abrirse camino hacia Bailén, y considerando peligroso intentarlo por el ala izquierda, no sólo porque allí la posición de los españoles era excelente, sino porque les ofrecía un gran peligro la cuenca del Guadiel, determinaron atacar nuestra ala derecha, esperando abrir en ella un boquete que les diera paso.
Una tarde la bestia se le espantó y se metió ala adentro por una charca. Sólo yo, que estaba cerca, la oí; me planto en dos saltos a la orilla, me echo al agua, y cuando ya andaba cerca de llegarme al cuello, pude alcanzar el caballo y sujetarlo. Salimos chorreando y la niña me abrazó y me besó.
El creía ver todo esto, ¡pobre hombre! Su pipa, que el tiempo había vuelto negra como el ala de un halcón, había caído de su boca entreabierta, sin que él se diera cuenta; sus ojos se llenaban de lágrimas, su corazón latía con violencia.
La criada se deslizó blandamente por los oscuros pasillos y el ama entró en la alcoba. Al ver a su marido, sintió como si lo que está a cien mil leguas de nosotros se nos pusiera al lado de repente. Maxi había dado vueltas en el lecho y dormía como los pájaros, con la cabeza bajo el ala.
Salga ABINDARRÁEZ cuan gallardo pueda, con lanza, adarga y acicates. ABIND. Gracias a Alá que ya llego. NU
Al llegar al piso principal, Aldea, espiado siempre por Lázaro, cruzó los pasillos desiertos, y atravesando la galería que separaba las habitaciones del duque de las de su esposa y su hija, penetró en una sala, ala cual afluían dos grandes corredores, uno que conducía al cuarto de la duquesa, y otro que llevaba al de Josefina.
Palabra del Dia
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