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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Ramiro se sentó sobre una peña, con el rostro casi oculto por el ala del fieltro. El suelo violáceo parecía ondular a sus pies bajo la vibración alucinadora de la penumbra.
Alá te guarde, señor mío. »Esto decía y contenía el segundo papel.
Y sobre estos campos inquietos de mieses de acero, las banderas de los regimientos se estremecían en el aire como pájaros de colores: el cuerpo blanco, un ala azul, la otra roja, una corbata de oro en el cuello y en lo alto el pico de bronce, el hierro de la lanza que apuntaba á las nubes.
Mira tu señora Zara, Y lo mucho que merece, Mira que al sol escurece La luz de su rostro clara. Contempla su juventud, Su riqueza, nombre y fama, Mira bien que agora llama A tu puerta la salud. Considera el interes Que en hacer esto te toca, Que hay mil que pondrán la boca Donde ella pone los pies. Has dicho, Fatima? Sí. Quiéres que responda yo? Responde. Digo que no. Ay Ala! qué es lo que oí?
»En efeto, lo que a la mora se le respondió fue esto: El verdadero Alá te guarde, señora mía, y aquella bendita Marién, que es la verdadera madre de Dios y es la que te ha puesto en corazón que te vayas a tierra de cristianos, porque te quiere bien. Ruégale tú que se sirva de darte a entender cómo podrás poner por obra lo que te manda, que ella es tan buena que sí hará.
Doble era la altura de la montaña; llegaba entonces su vértice á aquella región en que está tan enrarecida la atmósfera, que ni aun puedo sostenerse en ella el ala del águila.
Desde allí nos fuimos al Palacio de Monterey, del cual ya he dicho que sirvió de modelo para el Pabellón Español edificado en la Exposición de París de 1867. Del tal Palacio no existe, ni creo que haya existido nunca, más que un lado ó ala, con dos torres, bien que estén construídos los arranques de los otros lados.
Vivía en el ala de Oriente, el barrio más humilde de lo que hemos convenido en llamar ciudad; pero ningún otro vecino de esta hacía más visitas ni estaba más tiempo fuera de su domicilio.
Alá sabe bien que no pude hacer otra cosa de la que he hecho, y que estos cristianos no deben nada a mi voluntad, pues, aunque quisiera no venir con ellos y quedarme en mi casa, me fuera imposible, según la priesa que me daba mi alma a poner por obra ésta que a mí me parece tan buena como tú, padre amado, la juzgas por mala''. Esto dijo, a tiempo que ni su padre la oía, ni nosotros ya le veíamos; y así, consolando yo a Zoraida, atendimos todos a nuestro viaje, el cual nos le facilitaba el proprio viento, de tal manera que bien tuvimos por cierto de vernos otro día al amanecer en las riberas de España.
Tú deberías saber que ese collar maravilloso, esperanza de tu porvenir, así como ha sido origen de la grandeza de tu familia, hace perfecta balanza y forma, por inseparable, con tu famoso alfanje Dul-Cahir, que fué un tiempo la victoriosa espada de Alí, bendígalo Alá.
Palabra del Dia
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