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Actualizado: 15 de mayo de 2025


Lo repitió mentalmente varias veces: nada le importaba. No eran amantes ni existía entre ellos un afecto profundo. ¡Pero el hijo!... Se acordó de la escena de la mañana, con sus gemidos y sus lágrimas. Y la madre estaba allí, entregada por completo á la voluptuosidad del azar, insensible á todo lo que no fuese su torpe afición.

Y abriéndose paso, aparecieron en el centro del corro cinco viejos, cinco esqueletos roídos por el mar y las tempestades, antiguos marineros del capitán Llovet, arrastrados por la subordinación y el afecto que crea el peligro afrontado en común.

Tablas, que había dado ya algunos pasos hacia San Millán se detuvo, mientras el guipuzcoano, estrechando con el más vivo afecto la mano de su amigo, lo dijo estas palabras: Mañana... y quien dice mañana dice el mes que viene o el año que viene... estarás conmigo en la Isabelina.

Y al juez no le parecía increíble que Vérod, sintiéndose amado, se satisficiera con sólo la amistad pura: si el artista había puesto en juego el sutil expediente de la poesía para seducir a aquella mujer, si había ennoblecido con la magia de la expresión literaria su descontento y sus deseos, la Condesa d'Arda había podido, despertándose del sueño de un afecto paternal, encontrándose inevitablemente en el terrible dilema de vivir pecando o de morir para evitar la culpa, aferrarse al más desesperado, pero menos indigno de los extremos.

Si alguna vez se le ocurría ganar, la condesa le hacía pagar cara la victoria, dirigiéndole una granizada de bromas que cualquier tomaría por insolencias: pero Mendoza sonreía tan candorosamente y daba pruebas tan patentes de que sólo la suerte había ocasionado la derrota de la dama, que ésta concluía por reírse también. En poco tiempo conquistó la simpatía y hasta el afecto de los esposos.

Este afecto le había conservado en el alma esa frescura que se considera a veces, pero erróneamente, como una cualidad esencial de la rusticidad.

De aquí que Nuño desechase siempre como suposición maliciosa la idea que a veces se le presentaba de que doña Mencía tuviese amores. Lo que tenía era afecto casi maternal, y algo de satisfacción de amor propio y mucho de gratitud al considerarse querida. De esto que no dudaba Nuño.

Reteniéndote en mis brazos me hubiera rebelado yo contra los designios y decretos del cielo. La gloria te quiere para , y yo no quiero ni puedo ser rival de la gloria. Básteme la que alcanzo con haber poseído tu corazón y con que me hayas tributado las primicias de tu amoroso y juvenil afecto.

Grande era, sin duda, el afecto de Antoñona por su niña, y viéndola tan enamorada y tan desesperada, no pudo menos de buscar remedio a sus males. La cita, a que acababa de comprometer a D. Luis, fue un triunfo inesperado. Así es que Antoñona, a fin de sacar provecho del triunfo, tuvo que disponerlo todo de improviso, con profunda ciencia mundana.

Por último, al saber la mucha estima, veneración y afecto que el Príncipe le tenía, y el amor y cuidado con que guardaba las tres prendas robadas en la preciosa cajita de sus entretenimientos, la Princesita, a pesar de su modestia, no pudo contenerse, abrazó y besó a la lavanderilla y a la doncella, e hizo otros extremos no menos disculpables, inocentes y delicados.

Palabra del Dia

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