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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Consternados todos, fiaban en la prodigiosa ciencia del más afamado curador de ojos que tenía España. Acordose no dilatar la consulta ni un solo día, ni una hora. ¡Ah, Golfín!... Bringas le conocía. Era hombre del cual se contaban maravillas. A muchos ciegos desahuciados había dado vista.
Una sola nota discordante resaltaba en su traje, un detalle cursi, cursísimo, que sólo pudiera concebirse en algún peluquero afamado o en algún cantante italiano de segundo orden: la cintita amarilla y blanca que asomaba por el ojal de su americana de viaje.
Las columnas de la nave central, el hermoso y delicado púlpito, las preciosas pinturas en vidrio de las enormes ventanas, y otras obras de arte, y mas que todo el complicado y admirable mecanismo del reloj astronómico de Schwilgué, construido hace veinte años, y tan afamado en el mundo, le ofrecen al curioso amante de la belleza bajo todas las formas asunto para largas horas y aun dias de contemplacion deliciosa.
No hacia ocho años que D. Lope de Sandoval, siendo chantre, habia tomado posesion de su canonicato á mano armada, y ahora era ya dean. ¿Se tratará quizás de dos prebendados del mismo nombre? Pedro Martinez de Osma era catedrático muy afamado de la universidad de Salamanca, y el papa Sixto IV, movido de su gran sabiduría y virtud, le habia dado aquel canonicato.
Despáchale á la isla por el rio, Que dicen de las Palmas, afamado. No vá de bastimentos tan vacio, Que al fin le han de decir: "bien seais venido:" Que están como los pollos ya piando, Y solo por comida suspirando.
Estoy aguardando á mi amo el señor de Vanderdendur, negociante afamado, respondió el negro. ¿Ha sido por ventura el señor Vanderdendur quien tal te ha parado? dixo Candido.
En Aiguillón, á donde llegaron aquella noche, los esperaban el barón de Morel y el risueño Gualtero, cómodamente instalados en la hostería del Bâton Rouge. El noble inglés sostenía interesante coloquio con un afamado caballero del Poitou, Gastón de Estela, que acababa de llegar de Lituania, donde había servido con los caballeros teutones á las órdenes del gran maestre de Marienberga.
Traía yo un tomo de versos, generalmente de Zorrilla. Angelina se encantaba con las leyendas del afamado poeta: «A buen juez, mejor testigo», «La Pasionaria», «Margarita la Tornera». Con ésta, sobre todo, que era para ella lo más hermoso de la poesía moderna. Me parece que veo a la anciana y a la joven muy diligentes y afanosas, oyendo atentamente los sonoros versos.
Nunca me faltaron libros profanos, ni noticias estimulantes de los placeres del mundo; y con este acopio y el que hice por mí misma durante la relativa libertad que se me concedía cuando fui de las mayores, viendo las cosas mundanas de tarde en tarde y a deshora y con el rabillo del ojo, y contando diez y siete años muy cumplidos, se dio por terminada mi educación en aquel afamado colegio francés.
Es el maestro un afamado cocinero... ¡Y hay que ver lo grave y serio que se pone...! ¡No bromea...! ¡Oficia...! A la apertura del curso, hizo su entrada seguido de sus ayudantes; saludó, y, sin decir una sola palabra, comprobó el calor del horno; luego volvióse hacia nosotros y, apoyando las manos en la tribuna, es decir, sobre la mesa, principió: «Señoras y señores: hoy vamos a estudiar «el pollo a la Trevoux». Este plato fué descubierto por el famoso Birochon, en mil setecientos ochenta y dos; esta lumbrera de la Cocina francesa estuvo al servicio del duque de Brunswick...»
Palabra del Dia
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