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Actualizado: 6 de junio de 2025
Con todas y con todos hablaba el mismo lenguaje afable y comedido; trataba con miramiento a la Casiana, con respeto al cojo, y únicamente se permitía trato confianzudo, aunque sin salirse de los términos de la decencia, con el ciego llamado Almudena, del cual, por el pronto, no diré más sino que es árabe, del Sus, tres días de jornada más allá de Marrakesh. Fijarse bien.
Pero hay que aparecer lo más afable del mundo con el cardenal, a quien esperamos atraer a nuestro partido ahora que tiene una cuestión pendiente con Miguel el Negro sobre asuntos de procedencia. Llegamos a la estación, y Tarlein, que había recobrado en parte su presencia de ánimo, dijo brevemente al sorprendido jefe de estación, que el Rey había tenido a bien modificar sus planes.
Discreto y afable, humilde, grave y silencioso cuando se hallaba en sociedad, procurando borrar y confundir su personalidad entre las demás, adquiría relieve cuando subía a la cátedra del Espíritu Santo, lo que hacía a menudo. Allí se expresaba con desenfado y verbosidad sorprendentes.
No sabía ella misma por qué se acordaba antes del Padre Arrigoitia que de Miranda; pero es lo cierto que su temor principal era darse de manos a boca con el afable jesuita, que le diría sonriendo: «¿De dónde bueno, hija?» Hostigada por tales imaginaciones, se levantó tambaleándose, y diciendo entre dientes: No es justo que la muerta esté sola....
A su lado marchaba la compañera, afable y sumisa, lo mismo que en las primeras semanas de relaciones, sintiendo en su alma simple un reflorecimiento de amor, una primavera extemporánea, nacida al contacto del peligro.
Eran buenas estas palabras para espantar cobardes ánimos, no para entibiar el celo ardiente de un apóstol; y así, respondiéndole el Padre afable y cortesmente, prosiguió su viaje, mas no halló indio alguno en sus Rancherías, porque todos andaban huídos por los montes y selvas y sólo se dejaba ver tal cual, que desde las copas de los árboles exploraba los pasos de los españoles.
Aquí también se nos presenta el dueño de la embarcación, de buen humor ó mal talante, afable ó áspero, á medida que sus esperanzas acerca de los resultados del viaje se habían realizado ó quedado fallidas; esto es, si las mercancías traídas podían convertirse fácilmente en dinero, ó si eran de aquellas que á ningún precio podrían venderse.
¡Usías son tan buenas!... son las únicas personas que pueden ofrecer algún consuelo entre las borrascas del día dijo Coletilla con voz menos áspera que de ordinario, pues sólo era afable tratándose de las Porreñas. Usías le harán comprender lo que han sido y lo que son todavía, porque aunque esto se ha desquiciado, aún quedan personas de aquel tiempo tan grandes y nobles como entonces.
Hecho esto, procedió don Simón a vender de cualquier modo el papel que tenía del empréstito y a remitir a su casa su mezquino valor. Pocos días después se celebraron las bodas de Julieta y Arturo, hechas las paces y prometida de ambas partes la más cordial intimidad para lo futuro. Pero don Simón, al mostrarse afable y complacido en la fiesta, sólo reía con la cara.
Lo mismo que le vieron ustedes hacia 1857, salvo el detrimento de los años, era Martínez de la Rosa cuando joven. Si en sus ideas había alguna diferencia, no así en su carácter, que fue en la forma festivamente afable hasta la vejez, y en el fondo grave, entero y formal desde la juventud.
Palabra del Dia
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