Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 24 de junio de 2025


Una vez se vió á Ester bordando un trajecito de niño de tierna edad, con tal profusión de oro, que casi habría dado origen á un motín, si en las calles de Boston se hubiera presentado un tierno infante con un vestido de tal jaez. En fin, las comadres de aquel tiempo creían, y el administrador de aduana Sr.

MILAGROS. Muy bajo, con tirantes sujetos a los hombros por medio de lazos... Pero cuidado: estos lazos no tienen caídas... ¡La camiseta es de una novedad...!, de seda bullonada con cintas estrechitas de terciopelo pasadas entre puntos. Las mangas largas... Son un suplicio estos tapujos... Ay, amiga, su marido de usted parece la Aduana, por lo que persigue los trapos... Escondamos el contrabando.

El tren se detuvo en Kehl, pequeño lugar compuesto solo de una calle, destinado principalmente á figurar como aduana fronteriza y puesto militar, guardando la cabeza alemana del gran puente de barcas que une la ribera badense del Rin con la francesa.

Entonces fué cuando dediqué toda mi atención á las lucubraciones de mi antiguo predecesor el Inspector de Aduana Sr. Pue; y como mis facultades intelectuales se hallaban un tanto entorpecidas por la falta de conveniente uso durante largo tiempo, pasó también alguno antes de que me fuera dado trabajar en mi narración de una manera algo satisfactoria.

Solo con el auxilio de un sirviente, y asiéndose del pasamanos de hierro, podía subir lenta y dolorosamente las escaleras de la Aduana; y luego, arrastrándose con harto trabajo, llegar á su asiento de costumbre junto á la chimenea.

En el salon del gran Concilio, colocándose en el balcon principal, el que está enfrente del Gran Canal, se goza de un punto de vista de que no hay ejemplo; el canal de San Márcos á los piés, en frente los soberbios edificios de la Aduana y la iglesia de la Salud; á la derecha el Palacio del Emperador; jardines, canales, góndolas, el mar, buques, palacios.

Los edificios públicos, esto es, el Palacio municipal, la Aduana, el Juzgado, la Escuela y el Hospital «Pancracio de la Vega» amanecieron muy adornados con banderas de papel y festones de «rama de tinaja», y así la casa del Alcalde, la de Venegas y la de Jurado. La procesión cívica, o, como dicen en Villaverde, el «paseo», salió muy «rascuacho» y ratonero.

En un breve suspiro se exhalaba toda la tristeza de estos recuerdos; y al momento siguiente estaba tan dispuesto y alegre como un niño; mucho más que el escribiente más joven de la Aduana que, á pesar de no contar sino diez y nueve años de edad, era con todo un hombre más grave y reposado que el octogenario oficial del resguardo.

Corriendo el tiempo, la mayor se casó con el vista de aquella aduana; ascendiéronle pronto, y por esos mundos andaba el matrimonio cargado de familia; pero tenían todos qué comer, y eso consolaba algo. La segunda casó peor: con un villavejano recién hecho maestro de escuela.

La habitación de mi primo Procopio tiene una estera nueva, una cama de hierro filosófica y virginal, vistosos visillos en las ventanas, flores y pájaros por las paredes, y allí se mantiene un riguroso aseo por una de esas criadas como sólo las produce Portugal, guapa moza de Traz-os-Montes, que arrastrando sus chanclas con la indolencia grave de una ninfa latina, barre, friega y arregla toda la casa; sirve nueve almuerzos, nueve comidas y nueve cenas; pega los botones a los pantalones y a los calzoncillos, que los portugueses están continuamente perdiendo, almidona las enaguas de la señora, reza el rosario de su aldea, y aún le queda tiempo para amar desesperadamente a un barbero vecino, que está resuelto a casarse con ella en cuanto le empleen en la Aduana.

Palabra del Dia

dermatológicas

Otros Mirando