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Actualizado: 24 de octubre de 2025


De lo contrario, al cabo de un mes de haber subido el ángel exterminador las escaleras de la Aduana, ni un solo hombre del antiguo personal de funcionarios hubiera quedado en pie. Y en remate de cuentas, no habría hecho ni más ni menos que conformarse á la costumbre establecida en casos semejantes por la política.

Pue falleció repentinamente, y esos escritos, que probablemente conservaba en su bufete oficial, nunca llegaron á manos de sus herederos, por suponerse que tal vez se referían á asuntos del servicio de la Aduana.

A sus orillas están los artísticos lienzos del palacio que llaman del Emperador: la admirable fachada del Palacio Ducal que mira al Gran Canal; el lindo puente de la Paja; las prisiones, unidas, segun he apuntado ya, al Palacio Ducal por medio del Puente de los Suspiros; el Adriático; enfrente, las admirables iglesias de la Salud, la de San Jorge, el bello edificio de la Aduana, el canal de la Judea, rodeado de iglesias y palacios; infinidad de góndolas que á manera de coches de plaza aguardan, arrullándose dulcemente, al que primero se llega: las embarcaciones del comercio extranjero á la embocadura del Adriático: todo, todo es admirable.

Ya se echará de ver que este bosquejo de la Aduana no carece de oportunidad, por lo menos de esa oportunidad apreciada siempre en la literatura, puesto que explica la manera como llegaron á mis manos muchas de las páginas que van á continuación, á la vez que presenta una prueba de la autenticidad de la historia que en ellas se refiere.

Abajo, junto al agua, una casita blanca, con postigos grises, era el puesto de la Aduana. En medio de ese desierto, aquel edificio del Estado, con cifras como una gorra de uniforme, producía una impresión desagradable de indecible malestar. El pobre Palombo fue desembarcado allí. ¡Triste asilo para un enfermo!

Mas no para qué les pregunto esto, pues ya que lo son. Mas díganme: ¿cómo no han ido a la aduana del señor Monipodio? ¿Págase en esta tierra almojarifazgo de ladrones, señor galán? dijo Rincón.

El comercio de Manila se ha quejado confidencialmente muchas veces del retraso que sufren los negocios y otros perjuicios que esperimenta por el método con que se hallan montadas las oficinas de aquella aduana, en donde de sol á sol y sin escepcion de feriados ni festivos deberia estar constantemente corriente el despacho; mas sobre todo, el comercio es quien debe representar y pedir para remover los obstáculos que le perjudiquen, y plantear la marcha de reformas adecuadas á sus necesidades.

Una vuelta más, y el gitano queda estrangulado; en aquel momento el sacerdote le echa un velo a la cara, y cae a sus pies rezando; la multitud aplaude de nuevo y se retira satisfecha. Por la tarde, cuando ya el sol se oculta detrás de la torre de la Aduana, el alcalde volvió al cadalso, donde habían dejado el cuerpo del ajusticiado.

Pero tan poco favorable era la atmósfera de la Aduana para el cultivo de las delicadas producciones del espíritu, que si yo hubiera permanecido allí cuarenta años, dudo mucho que la historia de LA LETRA ESCARLATA hubiese visto jamás la luz pública. Mi cerebro se había convertido en un espejo empañado que no reflejaba las figuras con que trataba de poblarlo, ó si lo hacía era vaga y confusamente.

Casi oculto el caserío entre la vegetacion de las cercanías, no se distingue sino como una sombra vaga; pero se reconoce dónde está situado. Despues se penetra al seno del golfo, en el puerto del Grao; detestable de suyo, pero artificialmente mejorado en lo posible. Llegó el momento de tocar con la aduana y los carabineros, esos cuervos marinos del comercio.

Palabra del Dia

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