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Así caminaron en silencio. Doña Sol parecía adormecida en el hombro del torero. De pronto se abrieron sus ojos, brillando en ellos la expresión extraña que era precursora de las más raras preguntas. Di: ¿no has matado nunca a un hombre? Gallardo se agitó, llegando en su asombro a despegarse de doña Sol. ¡Quién! ¿él?... Nunca.

¡Cómo no adorar á un hombre que había hecho tal sacrificio en honor de la antigua y adormecida ciudad!... Todos en ella se esforzaban por corresponder á tal abnegación, haciéndole grata la existencia. El Consejo municipal atendía sus indicaciones con tanto respeto como el Colegio de cardenales escucha la voz del Papa.

Se quedó adormecida, y medio soñando, medio imaginando voluntariamente, sentía que una criatura deforme, ridícula, un vejete arrugadillo, que parecía un niño Jesús, lleno de pellejos flojos, con pelusa de melocotón invernizo, se la desprendía de las entrañas, iba cayendo poco a poco en un abismo de una niebla húmeda, brumosa, y se despedía haciendo muecas, diciendo adiós con una mano, que era lo único hermoso que tenía; una mano de nácar, torneadita, una monada.... Y ella le cogía aquella mano, y le daba un beso en ella; y decía, decía a la mano que se agarraba a las suyas: «Adiós... adiós...; no puede ser... no puede ser...; no sirvo yo para eso.

Toda la mañana siguiente anduvo Sebastiana adormecida y con los pies torpes por haberse levantado al amanecer, como era su costumbre, después de mantenerse despierta hasta que se marcharon los invitados.

Esta maligna insinuación de la Fleurota acababa de despertar en su espíritu una inquietud mal adormecida. Esta mujer, contemporánea de Miguelina, a la que había tratado sin duda con familiaridad, recibió tal vez algún día íntimas confidencias de la hostelera del Sol de Oro. Era mujer muy despierta y debía saber muchas cosas.

Homerito metía la uña, al principio con timidez; pero los primeros bocados despertaban la bestia rampante adormecida en su estómago, y para amansarla la echaba alimento a toda prisa, temiendo ser devorado por ella si retrasaba el envío. Al bondadoso protector le hacía gracia el hambre voraz de aquel muchacho feo. ¡Ah, la juventud! ¡Envidiable estómago!

Nada más extraño que tal figura vista a la luz de la hoguera. Yégof era, de toda la tropa que allí había, el único que se hallaba despierto; se le hubiera, en verdad, tomado por algún rey bárbaro que soñaba en medio de su horda adormecida.

¡Un manicomio! dijo Moreno, sonriendo de un modo que le heló la sangre a su generosa tía . , no me parece mal. Y lo estrenaríamos y yo... v Despidiose Guillermina a la puerta de la casa, para ir al asilo, y él subió. ¡Cosa más rara! Apenas se cansaba al acometer la escalera. Sentíase muy bien aquella mañana, el espíritu confortado, la palpitación muy adormecida, el apetito despierto.

Creía estar soñando. «¿Es realidad? ¿Es ilusióndecía para . «Si no fuera por el testimonio irrecusable de ese par de botas, tan mías y tan ajenas a como las excrecencias callosas de mis pies; si no fuera por ese hecho flagrante que me pone en contacto con la realidad objetiva, creería que lo visto y oído eran entelequias de mi razón adormecida y ofuscada.

La pasión del juego estaba sólo adormecida en el alma del capitán, y no es extraño que a la vista de los dados se despertase con mayor fuerza. Jugó, y con tan aviesa fortuna, que perdió en esa noche veinte mil pesos. Desde esa hora, el esposo modelo cambió por completo su manera de ser, y volvió a la febricitante existencia del jugador.