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Actualizado: 12 de julio de 2025


Ya sobre la pista, don Pedro siguió acechando, a fuer de cazador experto. Nucha no debía tener ningún adorador entre la multitud de estudiantes y vagos que acudían al paseo, o si lo tenía, no le hacía caso, pues caminaba seria e indiferente. En público, Nucha parecía revestirse de gravedad ajena a sus años. Respecto a Manolita, no perdía ripio coqueteando con el señorito de la Formoseda.

Así saldrá usted pronto de aquí; le perderé de vista, que bien lo necesito; porque usted, apreciable niño, ya iba resaltándome pesado con sus asiduidades de adorador y su muda admiración de pegajoso. Allá en Madrid se curará de tales tonterías... No me diga usted que no; no haga juramentos. ¡Si sabré lo que son los jóvenes! Usted es igual que todos.

Caín es salvaje, Abel, civilizado; Caín es religioso, fanático, reaccionario, adorador de dioses; Abel es observador, progresivo, no le gusta adorar y estudia y contempla. Para Recalde, yo soy todo lo contrario de lo que era para mi abuela.

Hablando así, el señor Breuil, los ojos arrasados en lágrimas, se había hincado de rodillas. La escena era demasiado tierna para no interesar el corazón artista de la Camargo, y sus manos trémulas estrecharon cordialmente las viejas manos de su adorador. No dijo, casados, no; ¿para qué? La edad de las pasiones está ya lejos. Seremos amigos, nada más que amigos... Y el Sr.

¡Se las está echando de Monte-Cristo! observó una que se preciaba de literata. ¡O de proveedor de la Real Casa! añadió su adorador, celoso ya de Simoun. En el palco de nuestros estudiantes se habían quedado Pecson, Sandoval é Isagani. Tadeo se había ido para distraer á don Custodio dándole conversacion y hablándole de sus proyectos favoritos mientras Makaraig se entrevistaba con la Pepay.

Juan Maury tenía de esta mujer tres hijos legítimos; y, según me contaron, si a ellos los amaba como padre, a ella la obedecía y la acataba como rendido adorador a una diosa.

Desaparecieron un día de Medina, alquilaron casa en la capital, cuyos gastos subvencionaba todos el majo á título de huésped ó protector. La hija enloquecida de amor, la madre de gratitud, no echaron de ver el peligro á que se exponían ni la desagradable impresión que este paso causó en el pueblo. En efecto, muy poco después Soledad sucumbió á las instancias de su adorador.

La hermosa, que tenía los ojos clavados en el vacío, volvió la cabeza hacia su adorador, le miró unos instantes con expresión vaga, distraída, como si no le viese. Levantose de pronto y se alejó sin decir palabra para sentarse enfrente. El indiano quedó con la misma sonrisa estereotipada en el rostro; la mueca petrificada de un sátiro.

Nunca Felipe había pasado una velada tan feliz y a la vez tan dolorosa como lo fue aquélla para él. Feliz, porque Antoñita no tuvo sino dulzura y amabilidad para su adorador, y dolorosa por la perspectiva de aquel lance a que le arrastraba Amaury. Gracias a que algo se lo hacía olvidar la incesante y gratísima conversación de Antoñita.

Esto era lo mejor para los que, como él, carecían de dentadura. Sabía a gloria; pero a pesar de tantos elogios, recibió como en triunfo el turrón de Jijona y los pasteles de espuma. También era esto del género de don Juan, adorador de las cosas blandas, que se escurren dulcemente sin roce alguno hasta el fondo del estómago.

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