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Además, ¿quién nos dice que quiere volver, si sabemos que por su voluntad se ha ido? Le gusta andar de pingo, y no hará usted carrera de ella como la prive de estarse la mitad del día tomando medida a las calles». Para no perder ripio, insistió Juliana en la recomendación que ya había hecho a su suegra de una buena criada para todo.

Las vidas que traemos no son vidas, Y esto verálo á la primer semana En acostadas, cenas y comidas, Y habrá de levantarse de mañana, Si ha de dar á una resma de papeles Tarea y ripio; ¡y quán de mala gana! Pero todo esto es dar en los broqueles, Porque hay cosas tan ásperas y duras, Que no es bien que las sepan las noveles.

En las horas de recreo, en el claustro bajo, no perdía ripio para motejar a los condiscípulos, y si algún extraño entraba en la casa para hablar con los jesuitas, Grijalva le había de echar su latín correspondiente, verbi gratia: «Videte Piaonem ad petendum Gratianum... arcades ambo».

La señora me cogió por la mano, y al cruzar frente a Patón, que se había puesto más tieso, sacaba más el hocico y parpadeaba con rapidez, le dijo: «¿Eres el que elige mis invitadosMe atrincheré, acurrucado en un rinconcito, debajo de una palmera, y como se suele decir, no perdí ripio de cuanto ante tenía. La reunión estaba ya completa.

La falta de educación es para el pobre una desventaja mayor que la pobreza. Luego la propia miseria les ataca el corazón a muchos y se lo corrompe. A me han insultado; me han arrojado puñados de estiércol y tronchos de berza; me han llamado tía bruja...». A Barbarita le daba aquella noche por hablar de arquitectura y no perdía ripio.

Ya sobre la pista, don Pedro siguió acechando, a fuer de cazador experto. Nucha no debía tener ningún adorador entre la multitud de estudiantes y vagos que acudían al paseo, o si lo tenía, no le hacía caso, pues caminaba seria e indiferente. En público, Nucha parecía revestirse de gravedad ajena a sus años. Respecto a Manolita, no perdía ripio coqueteando con el señorito de la Formoseda.

Maravilla será que acierte, porque no hará sino harbar, harbar, como sastre en vísperas de pascuas, y las obras que se hacen apriesa nunca se acaban con la perfeción que requieren. Atienda ese señor moro, o lo que es, a mirar lo que hace; que yo y mi señor le daremos tanto ripio a la mano en materia de aventuras y de sucesos diferentes, que pueda componer no sólo segunda parte, sino ciento.

Y es así que quando hay tramoyas tales, Nuestras caxas engordan y bureo, Y sin guerra vivimos con reales. Y esta niña, á mi ver, tiene deseo, Más que nosotros, de acertar, y es llano Que acertará con voz, pies y meneo. De todo nos da indicio soberano El examen presente; y así, amigos, Desde luego le dad ripio á la mano.