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Actualizado: 30 de abril de 2025


¡Lo que viene con nosotros, Ojeda!... ¡Y yo, infeliz, que en otros tiempos admiraba las tiendas de la calle Mayor en vísperas de Navidad!... ¡Lo que comemos y bebemos durante el viaje! ¿Sabe usted cuánta cerveza llevamos con nosotros? Mil doscientos toneles. Eso se dice con facilidad, pero hay que verlo... ¿Sabe cuánto vino? Doce mil botellas. También se dice esta cifra con facilidad...

Le admiraba y le compadecía, y, sin quererlo, me sorprendí haciendo votos por él y por su amor sin esperanza. Todas las prendas estaban sentenciadas: las señoritas y algunos jóvenes sentáronse alrededor de una gran mesa redonda que había en el centro del salón, y se pusieron a hojear álbums, revistas y grabados.

Su corazón se alegraba de que fuesen reales; pero al mismo tiempo, por extraña aunque frecuente contradicción de nuestro espíritu, había en el suyo vergüenza y abatimiento de no haber contribuido a la elevación nacional de que se admiraba y se enorgullecía.

Había que llegar pronto a Can Mallorquí, para preparar la cena de la familia antes de que se presentasen los cortejantes. Febrer la admiraba con sus ojos graves.

El cura la admiraba tanto al oírle hablar de teología que, mentalmente, adornaba sus espaldas con la muceta y su cabeza con el bonete y la borla.

En la chimenea, y sobre graciosos caballetes de ébano y roble, había varios retratos, entre ellos el de Isidora, obra admirable por la perfección de la fotografía y la belleza de la figura. Parecía una duquesa, y ella misma admiraba allí, en ratos de soledad, su continente noble, su hermosura melancólica, su mirada serena, su grave y natural postura.

Poco a poco se había acostumbrado a esto, a no tener más placeres puros y tiernos que los de su imaginación. Pensando la Regenta en aquella niña que había sido ella, la admiraba y le parecía que su vida se había partido en dos, una era la de aquel angelillo que se le antojaba muerto.

Era el carro dos veces, y aun tres, mayor que los pasados, y los lados, y encima dél, ocupaban doce otros diciplinantes albos como la nieve, todos con sus hachas encendidas, vista que admiraba y espantaba juntamente; y en un levantado trono venía sentada una ninfa, vestida de mil velos de tela de plata, brillando por todos ellos infinitas hojas de argentería de oro, que la hacían, si no rica, a lo menos vistosamente vestida.

El pintor de almas se sintió al final tan conmovido como el padre. Admiraba á este viejo con cierto remordimiento. No quería acordarse de lo que había dicho contra él en otra época. ¡Qué injusticia!... Don Marcelo agarraba sus manos como las de un compañero. Los amigos de su hijo eran sus amigos. El no ignoraba cómo vivían los jóvenes.

Después dobló la cabeza y parte del cuerpo ante los de Palomares que le fueron presentados por el sabio. El señor don Fermín de Pas, Magistral y provisor de la diócesis.... ¡Oh! ¡oh! ¡ya! ¡ya! exclamó Infanzón que hacía mucho admiraba de lejos al señor Magistral.

Palabra del Dia

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