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Actualizado: 1 de mayo de 2025
Eres un ser sencillo; tu alma no tiene los repliegues y escondrijos de esos seres complicados y tortuosos por las malicias de la civilización. Adivinaba día por día en tu mirada dulce, en la atención con que me escuchabas, el agradecimiento por lo poco que hice en tu favor.
Era tan fiera su actitud destacándose erguido en medio de la acequia, se adivinaba en este fantasma negro tal resolución de recibir á tiros al que se presentase, que nadie salió de los inmediatos cañares, y bebieron sus campos durante una hora sin protesta alguna. Y lo que es más extraño: el jueves siguiente, el «atandador» no le hizo comparecer ante el Tribunal de las Aguas.
En la expresión melancólica y reflexiva de su cara adivinó Maximina que algo triste le pasaba. Trató de mostrarse entonces más alegre y habladora que de ordinario, a fin de disipar su mal humor: adivinaba vagamente que de rechazo iba a caer sobre ella; pero no lo consiguió; Miguel, contra su costumbre, respondía con gravedad a sus instancias.
En los últimos años dijo Maltrana tenía el Almirante visible empeño en aparecer como extranjero, y por esto insiste tanto en su origen ligur. Adivinaba próximo el pleito que tuvieron después sus descendientes con la Corona.
Dos veces había ido de día a Marchamalo con la excusa de ver al señor Fermín; pero María de la Luz escondíase, apenas adivinaba su caballo galopando por la carretera. Montenegro le oía pensativo. ¿Tendrá otro novio? dijo. ¿Se habrá enamorado de alguien? No; eso no se apresuró a responder Rafael, como si esta convicción le sirviese de consuelo.
Rodaba el coche de Gallardo con lento paso, para no atropellar a los grupos de espectadores que salían de la plaza. Estos se apartaban ante las mulas, pero al reconocer al espada parecían arrepentidos de su amabilidad. Gallardo adivinaba en el movimiento de sus labios tremendas injurias. Pasaban junto al coche otros carruajes ocupados por hermosas mujeres con mantillas blancas.
Comió varias galletas y un pedazo de chocolate encontrados en sus bolsillos y acabó por tenderse, reconociendo que este lecho algo duro no le privaría del sueño. Iba á dormirse, cuando notó algo extraordinario en torno de él. Adivinaba la proximidad invisible de pequeños animales de la noche, atraídos sin duda por la novedad de su presencia.
En el rostro del General se adivinaba muda interrogación. Los ojos de Flavia no eran menos elocuentes. La sospecha cunde con facilidad portentosa. Voy a ver quién es ese hombre dijo Sarto. No, iré yo misma exclamó la Princesa. Pues en tal caso, venga Vuestra Alteza sola murmuró Sarto.
No llevaban, como los aviadores, una larga pluma en su vértice. El adorno de su capacete consistía en dos alas del mismo metal, y hacía recordar el casco mitológico de Mercurio. Todos estos soldados eran de aventajada estatura y sueltos movimientos. Se adivinaba en ellos una fuerza nerviosa, desarrollada por incesantes ejercicios.
Corazón lleno de caluroso entusiasmo, firmeza de juicio, noble generosidad, todo eso se adivinaba oyéndole hablar. Y era realmente extraordinario en un joven que había nacido y se había educado en una hospedería de pueblo.
Palabra del Dia
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