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Actualizado: 24 de julio de 2025
Marenval, que acechaba á su compañero hacía largo rato, se acercó entonces y preguntó, no sin inquietud: ¿Qué diablos de conferencia han tenido ustedes los tres en ese rincón? Por los ademanes, me parecía que la conversación era grave. Y no se engañaba usted. Á poco me ofrece miss Maud llevarme ella misma á la Nueva Caledonia... ¡Usted se chancea! No, por cierto. Y esto, delante de Sorege.
El empleadillo tímido de ademanes recobraba su gallardía de hombre de combate. Su voz sonó ronca al seguir hablando. El iba adonde le llamaban, adonde quería ir, sin reconocer á nadie el derecho de mezclarse en sus actos. Era la duquesa la única que podía cerrarle la puerta de su casa. ¿Por qué intervenía el príncipe en los asuntos de aquella señora sin consultar antes su voluntad?
Imponente era el cuadro que desde aquella elevación se divisaba. Prados y bosque iluminados dulcemente por la luz argentada de la luna; oíase á lo lejos el tañido penetrante de una campana; á un lado de la torre se desmoronaban los muros del castillo, presa de las llamas, y al pie de su último refugio agitábase con ademanes furiosos y roncos gritos la multitud de sus enemigos.
Podía ver y oír de cerca a aquellos hombres extraordinarios que sabían pronunciar discursos como los que él había leído tantas veces en las reseñas de las sesiones; discursos llenos de substancia y elocuencia; discursos que le revelaban oradores de majestuosa apostura y de irresistible autoridad, hasta en el menor de sus ademanes.
Sábelo Margarita, y se dirige á la iglesia del mismo convento para hablar con él; pero allí hace en ella tal impresión el discurso de un sacerdote, que, arrepentida de sus faltas y comprendiendo la enormidad de ellas, cae en tierra anonadada, se despoja de sus galas y vestidos, y con sus gestos y ademanes hace creer al pueblo que ha perdido la razón.
Vivía inquieto, nervioso, y en sus palabras y ademanes notábase cierto tono de grandeza, sin duda por la costumbre adquirida de hablar de millones y más millones con tanto desprecio como si fuesen pañuelos de dos pesetas docena. Las cosas de la tienda tratábalas ahora con indiferencia, como asuntos sin importancia, dignos sólo de una capacidad vulgar.
Al lado opuesto y en el Cerro del Azogue se habia apostado desde la mañana una partida de enemigos, que se mantenia en continuo movimíento, haciendo ademanes de acometer á los indios Mañazos todo el tiempo que duró el ataque de los otros.
He venido aquí acompañando á mi señor, dijo, y en la inteligencia de que me rodeaban ingleses y amigos. Pero ese escudero me ha hecho un recibimiento brutal y lo ocurrido es culpa suya. Pronto estoy á recoger mi guante, mas ¡por Dios vivo! no sin que antes me pida él perdón por sus palabras y ademanes. ¡Basta ya! exclamó Tránter encogiéndose de hombros.
Watson permaneció insensible al llamamiento y la ventana se abrió completamente, apareciendo Elena vestida de negro, como si guardase luto, pero llevando estas ropas fúnebres con cierta coquetería. Tuvo Ricardo que aproximarse á la casa, y se quitó el sombrero para responder á sus afectuosos ademanes. ¡Tanto tiempo sin verle!... Entre en seguida.
A poco entró D. Basilio presuroso, de levita nueva, el palillo entre los dientes, y se dirigió al mostrador con ademanes gubernamentales. «Que me lleven el café a la oficina» dijo en voz alta, mirando el reloj y haciendo un gesto, por el cual los circunstantes podrían comprender, sin necesidad de más explicaciones, el cataclismo que iba a ocurrir en la Hacienda si D. Basilio se retrasaba un minuto más.
Palabra del Dia
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