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Actualizado: 3 de junio de 2025


La puerta estaba obstruida por un inmenso gentío. Pero el Doctrino con los suyos, y Javier con Lázaro y el poeta, tuvieron medio de entrar por un patio interior. La sesión era muy agitada. Un orador acusaba al Gobierno de la destitución de Riego. Contó lo que había pasado en Zaragoza, y acusó á los habitantes de esta ciudad por no haber defendido á su General.

El delito de que se acusaba á la Briguela era grave, pues según resultó de la lectura de la causa, desde la edad de siete años había la mujer mantenido pacto con el demonio, edad harto temprana, que prueba cuánta era la precocidad de la niña y cuán varios son los caprichos del Satan, que hace diabluras como estas de escoger criaturas para echarles la garra.

Ella le miró también alguna vez a hurtadillas, advirtiendo que el muchacho, no sólo no tenía mala figura, sino que era lo que se llama un hombre guapo. Su fisonomía acusaba inteligencia, sus ojos lealtad; es decir, reunía los dos rasgos principales de la hermosura masculina.

Castro, irritado por tal actitud, contestó sin vacilar: Es un disparate, y no quiero. Siguió la inmovilidad del príncipe ante esta negativa, pero Atilio creyó adivinar sus ideas en la mirada hostil fija en él. Le acusaba de ingratitud al verse abandonado.

Era tan circunspecta, que jamás dejaba traslucir este temor; y tan hábil sin arte, que nadie la acusaba de desdeñosa. Aunque no se bajaba al nivel de nadie, por una dulce, franca y generosa simpatía, procuraba elevar a las gentes a su nivel.

Una visita de cumplimiento a Argicourt, donde tendría acaso la suerte de un encuentro fortuito, de una entrevista rápida, de una despedida trivial, y nada más. ¡Era poco! ¡Ah! tía Liette, tía Liette... No la acusaba, seguramente; debía de tener buenas razones... De otro modo, ¿le hubiera causado semejante pena con mala intención?

Las últimas palabras: «No soy sincera, no lo digo todo...» ¿significaban acaso que no acusaba a su marido, porque tampoco ella, por su parte, se sentía limpia de pecado?

Su conciencia la acusaba continuamente de orgullo. Sostenía contra misma una lucha cruel, y no lograba calmar aquella singular irritabilidad. Era una de esas almas que sólo había visto descritas en los libros místicos.

No pasaba todavía el hijo del boticario de ser un tertuliano satisfecho y un amigo diligente y afectuoso de los señores de Bermúdez, para andar con ellos por los caminos trillados en que se le ponía para que anduviera; pero esto solo, que en absoluto parece tan poca cosa, en un hombre como él acusaba unas modificaciones internas de mucha hondura.

Es imposible que Dios ayude a ustedes. En vano pretendía dar dulzura a sus frases: la extraordinaria viveza de los ojos acusaba una resolución enérgica. No, madre; no esperen ustedes alivio ni amparo. En casa no hay religión, no se reza, no se practica una sola devoción... Da grima pensarlo.

Palabra del Dia

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