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Actualizado: 30 de junio de 2025
Se abandona la empresa, y cuando la debilidad empieza a producir calambres en el estómago, se acude al brandy, que engaña por el momento, pero al que se vuelve a apelar así que ese momento ha pasado. Allí también empecé a estudiar la curiosa organización de los bogas del Magdalena, que sirven de marineros en los vapores, contratados especialmente para cada viaje.
Todo el mundo se mete en casita, y si el aburrido no acude a cualquier mentidero, es cosa de morirse de fastidio. Las calles desiertas, obscuras, lóbregas, silenciosas. Ni un organillo que alegre aquella espantosa soledad. Casi todas las casas están cerradas. ¿Qué se hacen a esa hora las dulces y modosas villaverdinas? Sábelo Dios.
Precedido de don Pedro, echó a andar látigo en mano y resonándole las espuelas, de modo que la imagen bélica que acababa de emplear parecía exacta, y cualquiera le tomaría por el general que acude a decidir con su presencia y sus órdenes la victoria. Su continente resuelto infundía confianza.
Acude a la cita porque a ello le obliga su situación respecto de Cristeta, que puede contar a Frasquita lo que ésta debe ignorar, y también porque, descubriendo los pensamientos de don Juan, le será más fácil la venganza. Su antiguo conocido le recibe amabilísimamente. ¡Mi señor don Quintín, y cuántos deseos tenía de que honrase usted mi choza! ¿Cómo va ese valor?
¡Oh, Dios mío! exclamó Dorotea. ¡Qué debía yo hacer! exclamó con acento roncó el bufón ampararte, criarte, velar por ti... y no tenía dinero... ¡el diablo á veces acude al auxilio de los desesperados y acudió al mío! Y el bufón soltó una carcajada opaca, silenciosa, horrible. Dorotea se sentía estremecida por un terror inexplicable.
El pecho delicado que respiraba dentro de una mala habitación y se encuentra repentinamente en el anchuroso cuarto del Universo, expuesto al sol y el viento, siéntese oprimido. El niño juega, va, viene, corre. La enferma se sienta, é inmóvil, comienza á temblar á impulsos de aquel aire frío, y acude á su memoria la templada atmósfera del abandonado nido.
Ya os casaréis, y ya, cual dulce tórtola Que mató el lazo o cazador mortífero Que el alto nido derribó del álamo, Lleno de sangre dejaréis el tálamo. Salen JARIFA y CELINDO. JARIFA. ¿La voz, dices, de mi bien? CELIND. Digo que le oí llamar. ABIND. A Jarifa siento hablar Y a Celindo oigo también. Tiemblo, la sangre me acude Al corazón.
Prepárase un juicio de Dios: acude á él la princesa, envuelta en negro velo, y multitud de caballeros se aprestan á pelear por ella y por su honor, faltando sólo Dagoberto.
Mientras la señora Princetot hablaba con su hijo y arrojaba en su pecho la mala semilla de los celos, el inspector general, conmovido lo mismo que un muchacho que acude a su cita primera, seguía a buen paso el camino de Rosalinda.
Demos ya por seguro que nadie acude á nuestro lado y que sin freno que los contenga, los yankees persisten en sus exigencias y en su furia. Aun así, yo afirmo que debemos pasarnos de modestos, de pacíficos y de prudentes. El límite de nuestro sufrimiento debe ser el último límite.
Palabra del Dia
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