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Actualizado: 25 de junio de 2025
Andábame días pasados por esas calles á buscar materiales para mis artículos. Echóme las manos á los ojos, y sujetándome por detrás, ¿Quién soy? gritaba, alborozado con el buen éxito de su delicada travesura. ¿Quién soy? Un animal, iba á responderle; pero me acordé de repente de quién podría ser, y sustituyendo cantidades iguales, Braulio eres, le dije.
» El domingo por la mañana respondió sin titubear Magdalena. »Me acordé, Antoñita, de que usted llegaba el lunes de Ville d'Avray y pensé en que no la vería antes de mi marcha. Te concedo el plazo de diez días para desempeñar tu comisión. En diez días puede hacerse mucho ¿no te parece?
Yo, como estaba hecho al vino, moría por él, y viendo que aquel remedio de la paja no me aprovechaba ni valía, acordé en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sotil, y delicadamente con una muy delgada tortilla de cera taparlo, y al tiempo de comer, fingiendo haber frío, entrábame entre las piernas del triste ciego a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y al calor della luego derretida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuentecilla a destillarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía que maldita la gota se perdía.
En las ramas de los álamos se oía ya el roce de las hojas amarillentas, y los helechos dejaban caer sus tallos como criaturas heridas que apenas pueden tenerse en pie. Me entristecí: «La Naturaleza entera va a morir dije; ¡Ah! ¡Si se pudiera morir con ella!» Entonces me acordé de todas las burlas que había leído u oído sobre las impresiones sentimentales del otoño.
Sentí una gran alegría; allí estaban Chipiona y Cádiz con sus casas blancas como huesos calcinados; allá estaba el castillo de San Sebastián y la Caleta. Al pasar por delante de la Maestranza y al ver de cerca la muralla, me acordé de mis paseos con Dolorcitas y de mi época de estudiante en San Fernando.
Manteneos tranquilo y escuchadme hasta el fin; la felicidad de toda vuestra vida, quizá dependa de vuestra sangre fría... Después de pensarlo bien, me acordé del afecto que me tenéis; la gratitud y la compasión vencieron, y he pensado que sois sin duda víctima de personas perversas que quieren librarse de un testigo inocente, mediante alguna cobarde traición.
Los mejores poetas han sido tan excelentes maestros en la versificación, que sus dramas, como si fuesen obras perfectas de música, expresan en sus varias combinaciones métricas las modulaciones y cambios de tono más opuestos, y convienen, sin embargo, entre sí, no separándose nunca de un acorde fundamental.
Cansóme aquel ejercicio, no por ser trabajo, sino porque veía en él cosas que juntamente pedían enmienda y castigo; y como a mí estaba más el sentillo que el remediallo, acordé de no verlo, y así, me acogí a sagrado, como hacen aquellos que dejan los vicios cuando no pueden ejercitallos, aunque más vale tarde que nunca.
Algunos hombres estaban en derredor mío, observándome con interés. Lo primero que oí, fue: «¡Pobrecito...!, ya vuelve en sí». Poco a poco fui volviendo a la vida, y con ella al recuerdo de lo pasado. Me acordé de Marcial, y creo que las primeras palabras articuladas por mis labios fueron para preguntar por él. Nadie supo contestarme.
Mi tío, en un hospicio, idiota, sin habla y sin razón. Don Benito casado al fin, con una señora rica y de edad proporcionada a la suya. ¡Qué diablo! A mí también me dio por casarme y me acordé de mi idilio de veinte años.
Palabra del Dia
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