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Actualizado: 25 de junio de 2025
Y así, no tan maduro como presuroso, fuí donde estaba el caballo, y subí en él sin poner el pie en el estribo, pues no le tenía, y arremetí con él, sin que el freno fuese parte para detenerle, y llegué a la punta de una peña que sobre la mar pendía, y, apretándole de nuevo las piernas, con tan mal grado suyo como gusto mío, le hice volar por el aire y dar con entrambos en la profundidad del mar; y en la mitad del vuelo me acordé que, pues el mar estaba helado, me había de hacer pedazos con el golpe, y tuve mi muerte y la suya por cierta.
Salí de mi amargura para responderle secamente: Yo no como. ¡Más quedará! En aquel momento estallaban cohetes a lo lejos. Me acordé de que era domingo, día de toros; de repente una visión brilló, relampagueando, atrayéndome deliciosamente: era la corrida vista desde un palco, después de una comida con champagne, ¡y a la noche una orgía como una divina y suprema iniciación! Corrí a la mesa.
Ese hombre, para mí, no hase las elecsiones.» No me acordé más de aquel dicho, y me fui al pueblo. ¿Querrá usté creer que a los ocho días justitos, al retirarse por la noche a su casa, le dejaron tendío de un tiro en la cabesa? ¡Y luego dirán que no debemos creer en las corasonadas! Sentí un leve escalofrío y cambié una mirada significativa con Villa.
Me acordé de un pobre que me pidió limosna esta mañana... Era un infeliz que tiene una pierna deforme y repugnante, llena de úlceras... Me pidió limosna y le arrojé una moneda de cobre, diciéndole con horror: «Quítese usted de delante de mí, so pillete». Pues esta noche he tenido aquí la visita de aquel hombre... Le he visto, como te estoy viendo a ti, y primero me inspiraba repugnancia, después compasión, y acabé por decirle: «¿Quieres cambiarte conmigo?». Porque con su pierna podrida, su muleta y su libertad, disfruta él de una tranquilidad que yo no tengo.
Sus ojos estaban clavados con ansiosa curiosidad en la puerta del Saladero. Me acordé entonces de las damas del imperio romano, que daban la señal de muerte a los gladiadores, e hice una porción de reflexiones histórico-filosóficas, de las cuales hago gracia a los lectores. Cuando más embebido me hallaba en ellas, escuché una voz cerca que preguntaba: Caballero, ¿sabe V. qué hora es?
Ahora, en cuanto podemos formarnos alguna idea de la accion del Criador, decimos que saca de la nada con el imperio de su voluntad; lo cual, á mas de estar acorde con la enseñanza de la religion, se halla en consonancia con lo que experimentamos en nosotros mismos.
Al volverse el posadero hacia ella, el singular recuerdo dramático centelleó claramente ante mí en un par de versos: Dos almas con un solo pensamiento y palpitando acorde el corazón... Se trataba de Ingomar y Partenia, su mujer. Ni más ni menos.
Al concluir, ni una palabra de comentario, sino el tímido estremecimiento de un acorde musical, y pronto, a dos voces delicadas, imperceptibles en su exquisita dulzura, los recuerdos de la patria que atrás quedaba, en un bambuco que también traía para mi alma la nota de la errante música de mis pampas argentinas.
Diremos dos palabras respecto al P. Colin y al religioso de Thévenot. La obra del primero fuè «sacada de los manuscritos del P. Pedro Chirino,» segun consta en la portada, y ya sabemos quien fué el religioso de Thévenot. Parece, pues, natural que la opinion de estos tres esté acorde, pero no sucede asi. He aqui lo que dice Chirino (p. 41): «An tomado de nosotros, escrevir atravessando las lineas o renglones de la mano izquierda
De pronto, Smiles exclamó: ¡Maldición! La luna llena. Nos van a descubrir. Efectivamente, la luna salió, iluminando la playa con una fuerza tal que se veían todos los montículos y piedras. Yo, en aquel momento, me acordé de que el patrón de la goleta alquilada en Canarias se había comprometido a acercarse a la desembocadura del río todos los meses en el plenilunio.
Palabra del Dia
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