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Actualizado: 7 de octubre de 2025


Añadió que la muchacha se había entrampado por gastar en ropas y galas mucho más de lo que podía con arreglo a lo que su marido le enviaba, llegando a deber a una modista hasta dos mil reales, por lo cual él proponía a don Juan que éste le entregase dicha cantidad para que satisficiese en su nombre la cuenta pendiente, rasgo con que ella se ablandaría, demostrándolo en seguida aceptando cita o acudiendo a entrevista.

Ambos se arrogaban pues el derecho de la elección de armas... Para Luque, el arma debía ser el nobilísimo acero de la espada; para Esperoni, buen tirador de pistola, la pistola... Aun aceptando la pistola los de Jacinto, los de Publio exigían condiciones imposibles: a diez pasos de distancia y tirar indefinidamente hasta que uno de los adversarios quedase tendido en el campo del honor...

Era, pues, un edificio grande sin ser imponente, y cómodo sin caer en la vulgaridad desgraciada de las construcciones modernísimas. Manteníase en un término de conciliación entre la aristocracia y la burguesía, aceptando la altivez fastuosa de aquélla y las inclinaciones prácticas y sensuales de ésta. La casa reflejaba en cierto modo la posición de sus dueños.

Otro general de valor, de prudencia y de prestigio, encargóse entonces de inclinar hacia los alfonsinos la rama de que pendía la fruta apetecida y disputada. Fue este el general Concha, que aceptando el mando del ejército del Norte, partió para Bilbao, dispuesto a restablecer la disciplina, aniquilar a los carlistas y proclamar rey de España al joven príncipe Alfonso.

El río era vencido poco á poco, aceptando el obstáculo del dique y los canales de Robledo y Watson se empapaban con las primeras aguas, dejando correr por su lecho fangoso el riego vivificante. Después de esto sólo habían necesitado los dos socios que transcurriese el tiempo. El milagro del agua realizaba un sinnúmero de milagros secundarios.

La seguiría, á través de todos los envilecimientos, hasta donde ella quisiera llevarle; cada vez con menos energía para protestar, aceptando las situaciones más deshonrosas á cambio del amor... ¡Y siempre sería así! ¡Y él, que se consideraba meses antes un hombre duro y dominador, acabaría por suplicar y llorar si ella se alejaba!... ¡Ah, miseria!...

La enferma se encogió ligeramente de hombros y respondió: El hombre a quien se refiere usted hará mejor en quedarse en París, puesto que aquí tiene sus afectos, y en dejarme que pague tranquilamente mi deuda. Ya yo a lo que me comprometo aceptando su nombre. ¿Qué diría, ¡Dios santo!, si le jugase la mala partida de curarme?

Ahora no estaba sólo en calidad de público; en todas las faltriqueras había abonados, y en la de los tertulios de Cascos se destacaba la respetable personalidad del Gobernador militar, que honraba a aquellos señores aceptando un asiento en lo oscuro. Reyes se sentó en primera fila, y en cuanto Mochi miró hacia el palco, le saludó con el sombrero.

Cierto día, habiéndola encontrado la vizcondesa en su alcoba deshecha en llanto a consecuencia de una de esas humillantes escenas que la señora de Montauron no le evitaba, rogóle vivamente su amiga que abandonase el servicio de la vieja dama, aceptando un asilo en su propia casa.

Siempre condeno yo o deploro este remedo, esta carencia o escasez de originalidad castiza; pero me parece difícil o imposible de evitar que así sea, y absuelvo al escritor o al pensador en quien noto esta falta. ¿Cómo no cometerla aceptando el concepto que de la filosofía generalmente se forma hoy? ¿Y por qué digo se forma hoy, cuando debiera decir que se ha formado siempre?

Palabra del Dia

neguéis

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