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Actualizado: 22 de junio de 2025
La lucha se fué acentuando de tal modo, que al poco tiempo los que pertenecían a un partido ya no saludaban a los del contrario, aunque hubieran, sido hasta entonces buenos amigos. El Faro y El Joven Sarriense comenzaron a criticarse respectivamente el estilo y la gramática.
Mañana tengo intención de ir a la oficina del señor Leighton, y hacerme cargo de mis obligaciones como secretario de la hija del difunto millonario Burton Blair y acentuando las últimas palabras, se rió de nuevo en nuestras caras desafiadoramente. No era un caballero. En el momento en que entró en la pieza lo conocí.
No, si lo que yo digo es que el alma tiene el pago que merece, y como el cuerpo no es más que a la manera de un cascarón, cuando este se pudre, a mí no me asusta el materialismo de hacerse uno polvo. Ya... comprendido dijo el otro con mayor exaltación, y acentuando la contrariedad que experimentaba . Usted es de la escuela de mi hermano Juan Pablo: fuerza y materia. Ya discutiremos eso.
Todos levantamos vivamente la cabeza y le miramos, y nos miramos después con estupor. Sí, señor; si no es por mí no sa hase repitió acentuando la sonrisa y gozándose, sin duda, en nuestra sorpresa. Atiendan un poco. Yo escribía los sueltos antonses en El Tiempo, y hasía, además, la confecsión, ¿sabe?
Suspiró, y cerrando los puños se hincaba las uñas en las palmas. ¡Oh, Ricardo! exclamó ella acentuando aquel inusitado tono de queja. Experimentó Muñoz un halago indecible. Sólo una vez, en otro tiempo, le había llamado por su nombre.
Comprendido; lo importante era tener dos sumandos, por simples que fuesen: dos y dos. El país se encargaba después de hacer la adición con arreglo a su aritmética maravillosa. Pero esa aritmética tiene a veces sus fracasos continuó el doctor, acentuando su sonrisa . La del viejo mundo, tímida y rutinaria, es inconmovible. Dos y dos siempre son cuatro, ni más ni menos.
Las relaciones entre ella seguían siendo en la apariencia tan cordiales; pero cada cual percibía un dejo de inquietud, cierto embarazo que procuraban ocultar exagerando la sonrisa, acentuando la nota cómica. Mario sentía la falsedad de su situación en aquella casa y notaba bien que todos los demás la sentían igualmente.
Don Acisclo lo tuvo por buen agüero. Después doña Luz siguió leyendo la carta. La sonrisa se fue acentuando cada vez más. Al cabo vino a convertirse en risa algo burlona. «Es curioso pensó don Acisclo . ¿Con qué chistes se descolgará ahora su papá, a los doce o trece años de muerto, para que ella se ría tan fuera de sazón?». En esto, doña Luz acabó de leer la carta.
Tenía siempre desmesuradas ojeras, que con la edad se iban acentuando, y le faltaba un diente de los más principales, lo que le hacía silbar las palabras de un modo nada grato. Además, estaba bastante ajada, como que ya iba traspasando los límites de la juventud. Pero el amor es ciego, y donde los demás veíamos insignificancia y fealdad, él veía hermosura simpar y perfección.
Don Baldomero, acentuando más su sonrisa paternal, abrió una gaveta de su mesa y sacó un objeto envuelto en papeles. «Y le compré esto... Es un acordeón. Pensaba dárselo cuando lo trajerais a casa... Verás qué instrumento tan bonito y qué buenas voces... veinticuatro reales». Cogiendo el acordeón por las dos tapas, empezó a estirarlo y a encogerlo, haciendo flin flan repetidas veces.
Palabra del Dia
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