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Luego al punto se mandó dos y tres veces, que volviesen á pasar el rio los caballos que se habian quitado, y que no tardasen, por si acaso por esto tuviesen cautivos á los soldados que habian de ser redimidos.

La primera revolución francesa, con tantos horrores y tanta sangre y dando por último resultado á un déspota que sin propósito fijo, civilizador y humano, mantiene durante años la confusión y la guerra en Europa; la propensión del pensamiento filosófico hacia el pesimismo y hacia el más grosero ateísmo y la aparición ó la mayor difusión y el más hondo arraigo de espantosas doctrinas que, no sólo tiran á subvertir el organismo social, sino á arrancar de cuajo los fundamentos en que el orden actual se sostiene, han apocado acaso, con la repugnancia y el terror que inspiran, el espíritu religioso de muchos individuos é instituciones, y entre éstas la de los jesuítas sin duda.

No hay señora principal ni semi-principal que no acoja bien a la más modesta provinciana, que conoció en el campo o en algunos baños o en alguna ciudad de provincia, y que no la llame prima y la trate como a pariente, si por acaso lo es. «En Madrid pensaba el Conde falta ahora mucha gente por el verano, pero Madrid no se ha quedado desierto.

Las casualidades de que hablábamos repitiéronse varias veces, sin que Laura se diese por enterada ni acusase recibo del beso. ¡Era tan leve y tan tímido! Si hubiese mostrado enojo, el pobre Pedro hubiera empeorado y acaso sucumbido. Pero con aquella dulce medicina nuestro mancebo se fué mejorando de un modo rápido, hasta levantarse á los doce días del lecho.

tal, replicó la hermosa Cunegunda, pero no siempre son mortales esos accidentes. ¿Y han sido muertos el padre y la madre de vm.? Por mi desgracia, , respondió llorando Cunegunda. ¿Y su hermano? Mi hermano también. ¿Pues porqué está vm. en Portugal? ¿cómo ha sabido que también yo lo estaba? ¿porqué raro acaso me ha hecho venir á esta casa?

Aún no hace veinticuatro horas que hemos tenido el gusto de raptaros, y ya hay entre nosotros discordias y malas inteligencias. CLEOPATRA. ¡Qué insolente! ¿Os figuráis acaso que por el mero hecho de enarbolar ese garrote con la rodilla blanca tenéis derecho a decir porquerías? Señora, bien se ve que tenéis un noble corazón, y me tomo la libertad de pediros un gran favor.

Así pasó algún tiempo, hasta que una mañana, después de haber leído en alta voz cierto periódico que contenía una lista de compañía lírica que la víspera había salido a provincias y en la que figuraba Mariquilla como partiquina, resolvió sacudir el yugo. No podría verla, pues estaba ausente, pero averiguaría su paradero, la escribiría, y acaso le contestara diciéndole la fecha de su regreso.

»Carlos, con toda la efusión y el calor de una verdadera amistad, combatió semejante proyecto; pero Teobaldo rechazaba todas sus objeciones con la calma y sangre fría de un hombre cuya resolución es inquebrantable; pero como nosotros insistiésemos, exclamó: »¿Dirán ustedes, acaso, que no tomo ese partido por ambición? Carlos, ¿no soñaste que yo llegaría a las primeras dignidades de la Iglesia?

Las alhajas de las vírgenes y de los santos habian sido arrancadas anteriormente, y solo quedaban los enchapados de plata de los altares, que acaso no pudieron sustraer por haberse entregado al peso en los inventarios; mas en 1814 el general Aguilera, falto de recursos para sostener las tropas españolas, envió de Santa Cruz á su hermano para que despojase á cada iglesia de una parte de sus ornamentos: la de San-Pedro solamente dió setecientas cuatro libras de plata maciza.

Acaso sean estos resabios del Teatro romántico, en donde el protagonista, siempre noble, jarifo y apercibido á la pelea, derrotaba fácilmente á sus rivales; pero los hechos son así, y no hay para qué rebelarse contra el vigor todopoderoso de la costumbre.