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Actualizado: 10 de mayo de 2025


En aquella casa, de donde le habían echado, no había recibido sino honestos y amistosos favores, en pago de los cuales, y fuese por lo que fuese, acababan de recibir ambas mujeres un agravio sangriento, para el cual se creía él obligado de hallar satisfacción.

Le aconsejaban, dábanle indicaciones con arreglo a lo que ellos habían dicho o pensado decir al discutirse el presupuesto en tiempos de González Bravo, y acababan por murmurar con una sonrisa que le causaba escalofríos: Allá veremos: que quede usted bien.

Desde esa hora nefasta me trata con un desdén que no he merecido, y creería decididamente, que la amistad de un sexo por el otro es un sentimiento ilusorio, si mi desgracia no hubiera tenido al otro día una especie de indemnización. Había ido á pasar algunas horas de la noche en el castillo; dos ó tres familias que acababan de pasar allí una quincena, se habían marchado aquella mañana.

Era un telegrama recibido en los Cuarenta y cinco. El apoderado de Gallardo, con su entusiasmo agresivo y ruidoso, turbaba la gravedad social; pero le toleraban por ser antiguo amigo, y acababan riendo de «sus cosas». Les era imposible a aquellas personas sesudas discutir tranquilamente con don José sobre el mérito de los toreros.

Le dio unos golpecitos en el hombro y mandó a la señora Polidora que la llevase al cuarto que le había hecho preparar y que es la pieza contigua al despacho, atestada de libros, entre los cuales se ha logrado introducir una camita de campaña y un lavabo. A todo esto, me estaba yo ocupando de hacer entrar los equipajes, que acababan de llegar.

Un viento glacial soplaba en la desierta extensión de la altiplanicie. Los últimos arrieros que acababan de bajar de la Puna declaraban el paso inaccesible para los que vinieran detrás de ellos. Rosalindo seguía adelante.

No quiero referir repetidos hechos de las veces que hemos encontrado en estos mares á los Ingleses ocupados en su pesqueria, porque basta la presa que se les hizo el dia 10 de Marzo del año anterior próximo, de la fragata llamada el Mayo, sobre los 34 á 35 grados sur, que con otras de la misma nacion estaban ocupadas en dicha faena, y las que reconocieron las fragatas Santa Sabina, y la Perpetua, en el viage que acababan de hacer á Montevideo, conduciendo á V. E. Voy solamente á demostrar con cuan diferentes ventajas nos podemos aprovechar de estas utilidades por medio del establecimiento del Rio Negro.

Le examinaban como si entre el último encuentro y el minuto actual hubiese ocurrido un gran cataclismo transformador de todas las leyes de la existencia, como si fuese el único y milagroso superviviente de una humanidad totalmente desaparecida. Todas acababan por hacer las mismas preguntas: ¿No va usted á la guerra?... ¿Cómo es que no lleva uniforme?

Roseta guardaba el regalo en su cuarto, como si fuese la misma persona de su novio, y lloraba cuando sus hermanos, la gente menuda que tenía por nido la barraca, en fuerza de admirar á los pajaritos, acababan por retorcerles el pescuezo.

Entonces el muchacho se volvió y prorrumpió en un grito de entusiasmo: ¡Hullin! ¡El doctor Lorquin! ¡Materne! ¡Todos, todos, aquí están todos! Y comenzaron de nuevo los abrazos; pero ahora más alegres, con risotadas y apretones de manos que no acababan nunca. ¡Ah, doctor, es usted! ¡Ah, querido papá Juan Claudio!

Palabra del Dia

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