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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Su suerte estaba echada. Se revolvería en la abyección, paladearía su envilecimiento, se vendería como esclavo, para que su hijo fuese libre. Su destino era el del asaltante que cae en el foso para que el hermano de armas entre por la brecha.
Si en lo que falta para terminar el mes, mi padre no me da su venia y no viene conmigo, me escapo como un ladrón; me fugo sin decir nada. 23 de Mayo. Soy un vil gusano y no un hombre: soy el oprobio y la abyección de la humanidad; soy un hipócrita. Me han circundado dolores de muerte, y torrentes de iniquidad me han conturbado. Vergüenza tengo de escribir a Vd., y no obstante le escribo.
Marchaba con cierto desaliento, como el que se ve obligado á seguir adelante contra sus fuerzas. Vió su rostro sin verlo. Era triste, profundamente triste, con la melancolía del caído que tiene conciencia de su abyección y la considera sin remedio, por ser obra de un fatalismo irresistible, por estar sus causas más allá del radio de la voluntad.
Por mucho que los filipinos deban á España, no se les puede exigir que renuncien á su redención, que los liberales é ilustrados vaguen como desterrados del patrio suelo, que se ahoguen en su atmósfera las aspiraciones más groseras, que el pacífico habitante viva en continua zozobra, dependiendo la suerte de los pueblos de los caprichos de un solo hombre; la España no puede pretender, ni en el nombre del mismo Dios, que seis millones de hombres se embrutezcan, se les explote y oprima, se les niegue la luz, los derechos innatos en el ser humano, y después se les colme de desprecio é insultos; no, no hay gratitud que pueda excusar, no hay pólvora suficiente en el mundo que pueda justificar los atentados contra la libertad del individuo, contra el sagrado del hogar, contra las leyes, contra la paz y el honor; atentados que allá se cometen cada día; no hay Divinidad que pueda proclamar el sacrificio de nuestras más caras afecciones, el de la familia, los sacrilegios y violaciones que se cometen por los que tienen el nombre de Dios en los labios; nadie puede exigir del pueblo filipino un imposible; el noble pueblo español, tan amante de sus libertades y derechos, no puede decirle que renuncie á los suyos; el pueblo que se complace en las glorias de su pasado no puede pedir de otro, educado por él, acepte la abyección y deshonre su nombre!
El pobre Raimundo estaba tan perdido que aceptaba como buenas estas razones o aparentaba aceptarlas. En medio de aquella abyección vivía feliz forjándose la ilusión de que su ídolo le prefería, le amaba en el fondo del alma; que sólo mantenía relaciones con el ministro por el interés del pleito.
El envilecimiento de las seis mujeres elegantes y famosas parecía halagar su misoginismo. Hablaba con una expresión fríamente vengativa, como si presenciase la abyección de su mayor enemigo. Fué asunto de precio: yo no iba á regatear por millón más ó menos. Lo único que me ocasionó disgustos fué escoger entre varios miles de hermosas solicitantes.
De la soledad y del abismo de abyección en que yo caiga, mi alma podrá levantarse hermosa y feliz si la resignación la purifica. Así, y no en virtud de un acto de feroz violencia, podré elevarme hasta lo infinito a que aspiro.
Yo también lo sé y eso es lo que me anonada... Siento mi abyección, me sonrojo de ella... ¡y la conservo! ¡Ay! Va usted á despreciarme ahora más que nunca, señor... ¡Usted, á quien habría amado tanto, si me lo hubiera permitido!
Aquella tierra era la del vino, y Salvatierra, con su frialdad de sobrio, maldecía la influencia que ejercía sobre la gente el veneno alcohólico, transmitiéndose de generación en generación. La bodega era la moderna fortaleza feudal que mantenía a las masas en la servidumbre y la abyección.
El desprecio y la abyección en que viven las mujeres sin marido le dan desde luego en el mundo una muestra de lo que tendrá que soportar en el otro. No puede considerar el celibato más que como la más terrible desgracia, la única que compromete al mismo tiempo el mundo y la eternidad.
Palabra del Dia
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