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Y si racionalmente no se puede imputar el homicidio al uno ni a la otra, ¿podemos suponer que lo han cometido juntos? ¡El absurdo sería doble! Después, si la amiga de usted no hubiera tenido razones para huir de la vida, nos encontraríamos en el caso de acoger la sospecha del asesinato, por poco fundada que fuera, como lo es.

Esto era otro absurdo, porque ¿cómo hemos de aplicar a la fe, a la palabra de Dios, los mismos principios que a los hechos y a las palabras de los hombres? De este modo iba respondiendo uno por uno a los argumentos del autor racionalista, y deshaciéndolos.

No lloremos, no lloremos; es absurdo dijo el cura, sin darse cuenta que por sus mejillas rodaban dos lagrimones. ¡Ah! señor cura continué yo, presa de un repentino remordimiento, ¡cómo os he hecho enojar! No, no; has sido la alegría de mi vida, toda mi felicidad. ¿Qué va a ser de vos sin mi, mi pobre cura? No respondió.

Se arrepintió de su falta de fe en los primeros momentos, al recibir la noticia de la herida. Casi había creído que su hijo podía morir. ¡Un absurdo!... A Julio no había quien lo matase: se lo afirmaba el corazón. Le vió entrar un día en su casa, entre gritos y espasmos de las mujeres. La pobre doña Luisa lloraba abrazada á él, colgándose de su cuello con estertores de emoción.

La conozco contestó el príncipe ; pero no acostumbro á ajustar mi vida á las comedias, ni creo en sus enseñanzas. Puedo asegurarte que no me casaré, aunque con ello desmienta á Shakespeare y al rey francés de cuya crónica sacó el argumento de su obra. Pero lo que pretendes es absurdo prosiguió Castro . Yo no lo que pensarán los demás, ¡pero impedirme á que...!

Semejante aviso me pareció absurdo y me hizo dudar de todo. »Sin embargo, para no tener nada que reprocharme, envié a buscar a mi esposo. A pesar de ser ya más de media noche, el Conde estaba fuera todavía. Ordené que me llamasen a su vuelta. Pero el Conde no regresó al castillo en toda la noche. »La inquietud se apoderó de , y apenas amaneció hice que fueran en su busca.

Si tuviéramos los ojos microscópicos, los objetos que ahora nos son invisibles, se nos presentarian de grandes dimensiones; y como la perfeccion microscópica puede continuarse hasta lo infinito, no es absurdo suponer que hay animales á quienes lo que para nosotros es invisible, se les presenta como de dimensiones mayores que el radio de la tierra.

Ni en el cielo ni en la tierra... hay esa justicia ridícula que usted supone... Pero hay otra más grande... y se va a cumplir ahora. Y tantos dolores como usted ha experimentado, ¿serán infructuosos? ¿No se cree usted con derecho a una compensación? No... Soy profundamente culpable por el hecho de haber nacido. Eso es horrible, D. Álvaro, y además absurdo.

Lo cual da malísima idea de autores y de público, porque razonablemente no se concibe que lo absurdo divierta ó interese, ni menos aún que tenga buen verso ni mérito literario lo fastidioso.

El señor Macey consideró esta interpretación como un absurdo, visto que la ley no podía tener más diferencias con los médicos que con las demás personas. Agregó que si estaba en la naturaleza de los médicos el desear menos que los demás mortales el ser constable, ¿cómo era que el señor Dowlas deseaba tanto proceder en aquella calidad?