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Actualizado: 6 de mayo de 2025
Muchas y muchas veces desde entonces he recordado esas extrañas palabras proféticas que pronunció sentado en mi mesa, cuando no era más que un pobre vagabundo de los caminos, muerto de frío, hambriento, sucio, mal vestido y exhausto, pero que abrigaba la firme creencia, por absurdo que parezca, de que antes de mucho tiempo poseería millones. Recuerdo bien cómo me sonreí al oír su vaga afirmación.
Pero al llegar á la calle, se convenció de que nadie la espiaba, y recogiéndose las faldas, echó á correr con una ligereza juvenil. Su arrugado rostro se dilató, jadeando de fatiga; sus cabellos blancos se escaparon en desorden de la pañoleta de punto con que abrigaba su cabeza. Cuando llegó al cinematógrafo, salían de él los últimos grupos de espectadores.
Había estado hasta la notificación de la muerte como arrepentida, mas luego se le revistió o se le descubrió el Demonio que abrigaba en el corazón, sin que pudiese valer algo lo mucho que hicieron con ella para reducirla cuantos probaron la mano ni la continua asistencia del Doctor Onofre Morrellas, Rector de la Parroquia de San Nicolás, Párroco suyo; del Reverendo Padre Fray Salvador Fornari, Lector que fue de Teología de la Orden de Santo Domingo y del Padre Pedro Bolós, de la Compañía de JESUS, cuyo celo y piedad no perdió ocasión ni omitió medio que pudiese conducir para salvarla.
Pero Laura se opuso a que saliese Julio y suplicó, por el contrario, que la dejaran con él y con Adriana, pues entre los tres debían resolver un asunto aparentemente difícil pero muy sencillo en realidad. Era necesario aclarar toda mala inteligencia. Zoraida y Carmen obedecieron, sabiendo que lo peor sería contrariarle aquel ansioso deseo que ella abrigaba desde el día anterior.
Andrés, que abrigaba vehementes sospechas, muy próximas a la certeza, de lo que su tío quería decirle, trataba, por cuantos medios hallaba, de divertirle de su propósito. Preguntábale a cada paso a quién pertenecían las fincas que dejaban a los lados; se enteraba menudamente de la riqueza de cada vecino, de la forma del cultivo, de las vicisitudes agrícolas de los años anteriores.
Abrigaba la certidumbre de que Soledad, á solas consigo misma y así que tropezase con las primeras consecuencias de la miseria y desamparo en que había quedado, reflexionaría sobre su falta, se arrepentiría de ella y, depuesto todo orgullo, vendría humillada á pedir que la admitiese de nuevo en su casa.
Una hora después Cristián subía con ligereza la escala del yate y saltaba al puente por la cortadura... Marenval, imposible de reconocer con su traje de franela blanca, gorra marina con galones de oro, tez curtida y barba descuidada, se lanzó al encuentro de su amigo y llevándole á la popa, bajo una toldilla de lona que abrigaba al puente de los rayos del sol;
Semanalmente la engrasaba con cariño, la recorría con interés fraternal, para ver si alguna parte o miembro de ella necesitaba reparación, y todos los días cosía en ella con presteza increíble. Cuando llegaba la hora del reposo la cubría y la abrigaba bien para que no le cayese polvo.
Ya está buena gruñía Piscis. ¿Vienes de la cuadra? Sí. Bien... pues de todos modos hoy no puedo salir... Tengo una rozadura aquí... salva sea la parte... Algunos días Piscis entraba en la sala de costura, y sin decir nada aguardaba sentado un rato, no muy largo casi nunca, porque abrigaba vehementes sospechas de que las costureras se reían de él, y esto le tenía sobresaltado y en brasas.
Cuando el calor se hacía insoportable, me detenía a la sombra de un peñasco saliente que nos abrigaba amenazando, y esperaba allí a los peones.
Palabra del Dia
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