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Actualizado: 26 de mayo de 2025
Sí, se apoyaba el pobre viejo con cariño, confianza, y con la fuerza con que se deja caer un muerto. Parecía aquello la abdicación de su pensamiento, de toda iniciativa. Tomás, necesito que me aconsejes. Soy muy desgraciado; escucha... Y ahora mucho cuidado; mira lo que vas a hacer. ¿Tú no entras? No, no.... Tengo prisa, tengo que hacer. ¡Me dejas solo ahora!
Hasta el caballo, meditabundo, inmóvil, le pareció que comprendía y respetaba su emoción. ¡Raíces! ¡Su hijo! ¡La fe! Su fe de ahora era su hijo. Lo pasado, muerte, corrupción, abdicación, errores... olvido. ¿Qué había sido su propia existencia?
Es lo cierto que, en el momento en que lo presentamos a nuestros lectores, volviendo del pasaje Jouffroy para confirmar a sus compatriotas la abdicación del duque de Aosta, la obesidad había trocado su talle de palmera en puchero de Alcorcón, y el arte, la industria y hasta la mecánica trabajaban de consumo y a porfía en la restauración diaria de aquel Narciso trasnochado, en riesgo siempre de convertirse en acelga, como en flor se convirtió el antiguo Narciso de la mitología griega.
No más obediencia pasiva, no más abdicación de su persona; los nadadores, con voluntad propia por algunos instantes, se dispersaban libremente por el agua: nada les distinguía á unos de otros. Pero, desgraciadamente, al poco rato se oyó un silbido, y la salida se operó repentinamente.
La semana pasada castigó tan cruelmente a mi pobre Laura, que durante varios días le quedaron las marcas en el cuerpo, los rastros de su crueldad. ¡El miserable marcó sus uñas en las mejillas de mi hija! ¿Y puedo decirle que le amo? ¿Quién sería capaz de violentar así sus sentimientos? ¡Ah! por la felicidad de mi hija sería capaz de afrontar mil muertes crueles, pero me falta valor para esta abdicación de mi conciencia, para este suicidio moral.
Resentida profundamente Currita por lo que ella creyera desaire de la abdicación, había decidido al punto pasarse con armas y bagajes al enemigo, satisfaciendo de este modo sus femeniles deseos de venganza y realizando al mismo tiempo su continuo anhelo de dar que hablar a todo el mundo y ser siempre la primera de la primera línea.
El decaimiento moral de Sánchez Morueta, la abdicación de su voluntad, irritaban al marino. Tu primo no osa moverse, Luis. Su famosa confesión general es como el traje nuevo de un niño: no se atreve á hacer nada, por miedo á mancharse. Cuando de tarde en tarde le veo, me parece que tengo delante á un fraile.
La oportuna carta de la reina Isabel podía explicarla por completo, porque el olvido de la abdicación quedaba con ella satisfecho; y desagraviada Currita, pudo a tiempo renunciar a su revancha.
Körner se había puesto en pie, y sus manos, aplaudiendo, sonaban como batanes; Marta aplaudía también, con gran asombro de las damas indígenas, que creían privilegio de su sexo la impasibilidad ante el arte, y hubieran reputado, por unanimidad, indigno de una señora recatada batir palmas ante una cómica; ni más ni menos que creían una abdicación del sexo levantarse en visita para saludar o despedir a un caballero.
Y su acento humilde parecía excusarse de este cariño, pedir perdón á la esposa por un afecto superior á su voluntad. Se notaba en él la abdicación del marido que vuelve hacia su mujer con el peso de una falta y teme á cada momento que le recuerde su pasado. Apareció Pepita en la puerta haciendo señas misteriosas á su madre y ésta la siguió fuera del despacho.
Palabra del Dia
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