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¿Conoce V. la provincia de Albay? dijo Enriqueta rompiendo el silencio. No, señora; es la primera vez que voy á ella, y lo hago como el que nada busca ni desea. Ya deseará y buscará. Yo no pude sondear toda la intención de aquellas palabras. ¿Y piensa V. describir su viaje? añadió Enriqueta. No pienso escribir una línea más.

El movimiento que hice fue tan rápido, tan imprevisto, añadió tanto ardor a mi acento, de por muy decisivo ya, que Magdalena sintió que él llegaba a su corazón y lo conmovía y palideció. yo en lo más hondo de su pecho como una dolorosa exclamación angustiosa que expiró en sus labios.

El único medio para mejorar la condición del minero es disminuir las horas de trabajo y elevar el jornal.... Pero entonces añadió bajando un poco la voz y sonriendo frente a Clementina , la mina de Riosa no sería un negocio para su señor padre. A Clementina le hirió aquella sonrisa como una bofetada. Ni para usted tampoco repuso procurando sonreír . ¿No es usted el médico de las minas?

Y dirigiéndose a sus primos añadió: Soy con vosotros al instante. Necesito hablar unas palabras con este amigo. Salió y cerró la puerta del palco. Estoy a su disposición dijo ya con semblante grave para acomodarse al de Tristán. Este echó a andar hacia la escalera y Nanín le siguió al vestíbulo que se hallaba solitario. Sólo los encargados de recibir los billetes de entrada charlaban a la puerta.

Cuanto más, señores guardas -añadió don Quijote-, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. Allá se lo haya cada uno con su pecado; Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al malo ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros hombres, no yéndoles nada en ello.

Y gracias a esta caridad añadió fray Gabriel , cáteme usted aquí cuidando la huerta; pero desde que se vendió la noria, no puedo regar ni un palmo de tierra; de modo que se están secando los naranjos y los limones. Fray Gabriel continuó la tía María se quedó en estas paredes, a las cuales está pegado como la yedra; pero, como iba diciendo, ya no hay más que paredes. ¡Habrá picardía!

Después de repetir textualmente el recado, añadió: «Ha sido esta mañana. D. Francisco acababa de llegar y se estaba acostando». Doña Lupe no volvía de su asombro. «Vaya, que lo toma con calma. Más vale así. ¿Y esto es cordura o qué es? Será lo que llaman filosofía... Dios nos tenga de su mano, si después le da por la filosofía contraria».

Oyéronse los silbidos de siete u ocho flechas; pero, disparadas de muy lejos, sólo dos conservaron fuerza para clavarse en los bambúes del corredor. Malos correos dijo uno de ellos. ¡Y tan malos!: ¡como que están envenenados! añadió Van-Horn . Por fortuna, a esta distancia no pueden herirnos mientras no nos descubramos.

En una de sus idas al balcón, después de haber contemplado en la salita maquinalmente el retrato de Nachito, dijo a Nieves, por decirla algo: Y es guapo de verdad el primito ese. Se lo tenía dicho a Nieves en más de diez ocasiones, y en otras tantas le había contestado ella lo mismo que le contestó entonces: No está mal así. Ya luego vendrá añadió Leto por primera vez.

Pero ya el pobre no existe; todo ha acabado añadió con un aire algo pensativo. Pero su secreto existe aún observó Reginaldo. El lo ha legado a mi amigo. ¡Qué! estalló el tuerto, dándose vuelta hacia con verdadero espanto. ¿Le ha dejado a usted su secreto? Parecía completamente trastornado por las palabras de Reginaldo, y noté el brillo perverso de su mirada. Me lo ha dejado.