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El capitán levantó los hombros sonriendo con desprecio, como siempre que le hablaban de peligros aconsejándole prudencia. Además, no creía nada de aquella mujer. ¡Mentira! dijo sordamente . ¡Todo mentira!... No, Ulises; óyeme. no sabes el interés que me inspiras.

Quiso seguirle con un salto de pantera joven, pero sus manos chocaron contra el obstáculo que acababa de inmovilizarse, mientras seguían sonando en su interior llaves y cerrojos. Golpeó desesperadamente la puerta. Sus puños se lastimaron en infructuosos empujones. ¡Ulises, abre!... ¡Oyeme! En vano gritó como si diese una orden, exasperándose al no verla obedecida.

Guarda silencio; y para mi es una respuesta cruel. Mi poder no va mas lejos. Principe del aire, tu solo puedes ordenarle el hacer oir su voz. Espiritu obedece a este espectro. iTodavia calla! no esta pues bajo nuestro imperio, pero pertenece a otros poderes. Mortal, tu pregunta es escusada, y nosotros estamos confusos igualmente que tu. iEscuchame! iAstarte, mi querida, oyeme y dignate hablarme!

Alcaparrón, no puedes entenderme continuó Salvatierra con voz temblorosa. Tal vez es una fortuna para ti esa alma simple que te permite en los dolores y en las alegrías ser ligero y mudable como un pájaro. Pero óyeme, aunque no me entiendas. Yo no reniego de lo que he aprendido: yo no dudo de lo que .

«Al escribir estos renglones estoy bañada en lágrimas, siento que el alma se me va, porque te he amado y te amo todavía con todas las fuerzas de mi corazón; pero he comprendido que debo ser franca; que haría mal, muy mal, si fomentara en el tuyo un sentimiento que te cierra las puertas de un porvenir que yo no debo malograr. ¿Te causan sorpresa mis palabras? Pues óyeme en calma.

¡Pero, por Dios, hija mía!... Tu vocación no la han hecho sino el desaliento y la desesperación... Arrastras aquí, al lado de tu falsa bienhechora, una existencia odiosa, sin esperanza probable de mejora... pero, ¿y si yo te trajera no sólo esa esperanza sino la certeza de un porvenir más dulce, más digno... un porvenir dichoso, en fin...? ¡Vamos! óyeme, escúchame... ya te he dicho que estoy encargada de una misiva para ti... ¿Quieres hacerme el favor de escucharme, repito?

Óyeme bien: quisiera verlo a Julio, de vez en cuando, con tu ayuda, por la noche... ¿Por la noche? ¿Y dónde quieres verlo de noche? En el teatro, Charito. Ha empezado la temporada de ópera y sabes que voy, en las noches del primer turno, con Raquel y Fernando. Julio va a la platea para verme, pero naturalmente apenas hay oportunidad de hablar.

Suspiró penosamente, sacudió la cabeza para echar hacia atrás una trenza que le caía sobre el hombro, y murmuró bajito, bajito, tal vez deseosa de no ser oída: Aun no he dicho todo... y debo decirlo. ¡Oyeme, por piedad! No quiero decirlo... pero el corazón me grita: ¡Habla! ¡Habla! Pues, dímelo! , Rodolfo: no soy digna de .

No niegues, muchacho; la cara te hace traición.... Óyeme bien: si eres tan imbécil que te dejas explotar por tu madre, no cuentes con el cariño de tu tío. Lo que te dejó tu padre para ti es, y no para que se lo coman tus hermanitos los cachorros de Pajares. Vamos a ver; di la verdad: ¿No te ha metido Manuela en sus trampas? ¿No te ha hecho firmar algún pagaré? La verdad, y nada más que la verdad.

5 Para que se libren tus amados, salva con tu diestra, y óyeme. 8 Moab, la vasija de mi lavatorio; sobre Edom echaré mi zapato; haz júbilo por razón de , oh Palestina. 9 ¿Quién me llevará a la ciudad fortalecida? ¿Quién me llevará hasta Idumea? 12 En Dios haremos ejército; y él hollará nuestros enemigos. Oye, oh Dios, mi clamor; a mi oración atiende.