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Elementos épicos y líricos de la comedia. Versificación. Verso trocáico de cuatro pies. Romance. Redondilla. Quintilla. Octava. Soneto. Terceto. Lira. Silva. Endechas y otras combinaciones métricas. División de las comedias. Errores cometidos en esta materia. Comedias de capa y espada, y de ruido. Comedias de santos, divinas y humanas. Burlescas. Fiestas Comedias de figurón. Comedias heróicas.

Causas determinantes del desarrollo del drama. Triunfo de los elementos dramáticos nacionales. Formas dramáticas; comedias; sus caracteres en España. CAPÍTULO V. Elementos épicos y líricos de la comedia. Versificación. Verso trocáico de cuatro pies. Romance. Redondilla. Quintilla. Octava. Soneto. Terceto. Lira. Silva. Endechas y otras combinaciones métricas. División de las comedias.

Al final del último acto, cuando la heroína acabada de expirar en la escena, y Alfredo, su padre y el doctor entonaban el último terceto, una racha de viento colado pilló descuidada a la diva y le arrancó, después de difunta, un estrepitoso estornudo.

Bonis nada podía oponer, porque las lecciones se daban con su beneplácito, y además podía observar que su mujer pasaba algunas horas cada día estudiando solfeo y machacando teclas. Lo que iba viento en popa era lo de la fábrica de Productos Químicos y la reconstitución de la Compañía de ópera con la base del terceto; a saber: la Gorgheggi, Mochi y Minghetti.

Currita, sentada en primer término, frente a Leopoldina Pastor, hallábase arrobada por aquel sublime terceto de la compañía, final del primer acto, cuando retumba el trueno a lo lejos entre los sordos bramidos de los contrabajos y el suave murmullo de los violines, dulce, delicado, bellísimo, que parece revelar el hálito tibio de la tormenta que se acerca, el tenue susurrar de las hojas de los árboles que sacuden ya las primeras ráfagas, el vago perfume de la tierra que anuncia la cercana lluvia.

Había ya salido de la antesala, cuando, dando media vuelta, vino hacia y me dijo con su gracia acostumbrada: Hasta la vista, solterona... Adiós y gracias repitieron en coro Genoveva y Petra. Adiós, hasta la vista, muchachas... respondí gozosa, mientras se restablecía el silencio en nuestra tranquila casa y resonaban todavía a lo lejos las notas del alegre terceto.

Interrumpida a poco la conversación para cantar Serafina de nuevo, ahora un terceto con Mochi y Minghetti, después de la ovación que siguió al canto, volvió la sabrosa plática, más animada cada vez, aunque en ella se mezclaron ya algunos señoritos del pueblo de los más audaces y despreocupados.

Como en pos del examen, Arrizabalaga y la señora se sonrieran francamente ante aquella exuberancia de juventud, Nébel se creyó en el deber de saludarlos, a lo que respondió el terceto con jovial condescencia. Este fué el principio de un idilio que duró tres meses, y al que Nébel aportó cuanto de adoración cabía en su apasionada adolescencia.