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Por fin, la enamorada niña vio entrar a Félix, que, saludando al paso a diversas gentes, llegó hasta la duquesa, cambiaron ambos algunas frases de simple cortesía, llegose luego a Josefina, y un momento después se les vio confundidos entre los grupos de alocadas parejas que parecían moverse impelidas por las notas de un vals de Strauss.

Luego, al concluir, un vals brillante de Strauss, para recordar sin duda algún momento pasado, cuando, los cuerpos unidos y los brazos entrelazados en el rápido girar, el labio derramó al oído la primera palabra del poema que la música está interpretando... Al principio, la casa duerme; cuando empieza la segunda pieza, un postigo se entreabre de una manera casi invisible en el balcón desierto, y un rayo imperceptible de luz, brotando de la oscura fachada, anuncia discretamente que hay un oído atento y un pecho agitado.

Este otro es David-Federico Strauss, uno que se metió a examinar la vida de Jesús y no dejó en ella títere con cabeza.

Dirigióse á sonriendo y me dijo: «¿Quiere usted que bailemos un pocoAl mismo tiempo escuché los acordes de un vals de Strauss, tocado admirablemente por una orquesta invisible. Nos pusimos á bailar. Ella se abandonó en mis brazos como una niña y corrimos el salón de un cabo á otro sin tocar apenas en el suelo. Yo, sin gastar preámbulos, le declaré mi amor con palabras fogosas y apasionadas.

Hasay, entre las sombras de la noche, arrancaba triste y melancólica la humilde siempreviva, fiel emblema de la amargura. Cuando los blancos dedos de Lola recorrían el teclado, arrancaban bulliciosos allegros; cuando los de Hasay se posaban en el marfil, solo producían tiernos nocturnos. A la una la animaba el genio de Strauss, á la otra la tierna inspiración de Beethoven.

Nombres propios casi ninguno: el grosero materialismo, el asqueroso sensualismo, los cerdos de los establos de Epicuro y otras colectividades así hacían el gasto; pero nada de Strauss ni de las luchas exegéticas de Tubinga y Götinga: amigo, esto quedaba para el Magistral, con no poca envidia de Glocester. Voltaire, y a veces el extraviado filósofo ginebrino, pagaban el pato.

Herodías aprovechó la coyuntura para vengarse en la forma más cruel que puede idear el rencor femenino; y sugestionando a su hija, pizpireta inconsciente, como toda bailarina, hizo que pidiera al tetrarca, en premio a sus bailes, la cabeza del pobre Bautista, que al punto le fué ofrecida en un azafate o canastillo de mimbres, y no en plato o bandeja, como se presenta en la ópera de Strauss, en medio de una confusa e inarmónica trompetería orquestal.

Selección de la opereta "El Soldado de Chocolate", O. Strauss. Banda del Cuartel General. Valses "Loveland", Holzmann. Banda Municipal. Valses de "La Corte de Faraón", V. Lleó. Banda del Cuartel General. "Viaje á un Ingenio", Tomás. Banda Municipal. Danzón de Romeu "El barbero de Sevilla", F. Rojas. Banda del Cuartel General. Two Step "Cubanita", Marín Varona. Banda del Cuartel General.