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Pero Sannini era uno de los cardenales más altamente colocados en Roma exclamé. A la muerte de Pío IX se creyó que sería nombrado su sucesor en el Pontificado. Es cierto observó el anciano, que parecía muy versado en toda la historia moderna de San Pedro, en Roma.

El secreto divulgado por el Cardenal, es, indudablemente, de inmenso valor, y si procedió así, fue para salvar su reputación, según creo, por lo que me dijo el bandido italiano, pues ellos habían descubierto que se encontraba en el extremo Sud de la península, contrariando las órdenes del Papa, que lo había mandado en opuesta dirección, y el objeto de éstos había sido promover una agitación religiosa, mal intencionada, contra Pío IX. De aquí que Sannini, en quien tanto confiaba Su Santidad, viose obligado a todo costo a ocultar la noticia de su captura, la cual debía permanecer absolutamente ignorada.

El cardenal Sannini fue, según parece, traidor a la Iglesia, pues aun cuando indujo a Pío IX a que permitiera sacar el tesoro secretamente, jamás le dijo el punto exacto donde estaba oculto; y es extraño que los dos guardias suizos que le ayudaron en su obra al cardenal, y que, fuera de él, eran los únicos poseedores del secreto, desaparecieran tan completamente.

Sannini y el Papa murieron, mientras fray Horacio, ignorando por completo el hecho de que residía sobre una verdadera mina de fabulosa riqueza, continuó viviendo aquí por espacio de dieciséis años, hasta que murió, y yo le sucedí en la ocupación de la celda, donde paso casi seis meses todos los años en meditación y orando.

Durante años ha dado toda clase de pasos, según parece, para ver de descubrir y recuperar el gran tesoro que Pío IX le dio a Sannini, su favorito.

El secreto, según mis seguros informes, le fue arrancado a la fuerza al Cardenal Sannini, que, al atravesar la desierta e inhospitalaria región entre Reggio y Gerace, fue preso por Pensi y su gavilla, llevado a su baluarte, pequeña aldea de la montaña, como a tres millas de Micastro, y allí retenido prisionero, para exigir un gran rescate a la Santa Sede.

Esperamos conocer el secreto del cardenal Sannini fue mi franca respuesta, sabiendo bien que él estaba en posesión de la verdad, y sospechando que, junto con el inglés tuerto, había sido también socio de Blair.

Durante las semanas que había estado confinado en mi dormitorio, había conseguido hacerme de un buen número de libros, y descubierto ciertos hechos y datos concernientes al difunto cardenal que en cambio de su libertad había tenido que revelar su secreto. Andrea Sannini, según parece, era natural de Perugia, llegó a arzobispo de Bolonia, y luego se le otorgó el capelo cardenalicio.

Los datos, según me dijo, los había obtenido de un cierto Cardenal Sannini, del Vaticano, a quien él tuvo secuestrado para conseguir un buen rescate, y eran de una índole tal, que podía convertirse en hombre de fortuna el día que quisiera serlo; pero, dado que el Gobierno de su país había ofrecido un gran premio por su captura, había resuelto ocultar su identidad y recorrer los mares.

La conexión que parece existir entre el difunto Cardenal Sannini y fray Antonio, el capuchino de Lucca, es extraña observé. ¿Estará el monje en posesión del secreto? cavilo yo. No hay duda de que él tiene algo que ver con este asunto, como lo demuestran sus constantes consultas con Dawson. Es indudable dijo Reginaldo, dando vuelta a las cartas sin objeto.