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El fámulo, que para verlos pasar se había echado a un lado con los forasteros, dijo a estos cuando llegó frente de donde estaban el viejo tal vez de mayor estatura y de más gravedad y belleza de rostro. Ese es mi amo, el señor Sankarachária.

Pero no divaguemos y vamos a las contestaciones que dio Sankarachária y que no conviene queden en el tintero. El caudal de experiencias y de merecimientos con que el ser humano se va afirmando en sus diferentes vidas y haciéndose digno de más altas reincarnaciones se llama Karma.

Cuatro mil años, sobre poco más o menos, hacía ya que los habitantes de aquel país vivían apartados de la mayoría del humano linaje, formando una República pacífica y próspera, cuyo único gobierno era el consejo de los señores del Cenobio o sea de los mahatmas. Sankarachária explicaba de modo harto singular el origen de aquella República.

Ya sabía Morsamor por el fámulo que el señor Sankarachária era el escritor más notable que había entonces en el Cenobio y en toda aquella República. Los libros que había compuesto y que componía, eran epítomes o brevísimos compendios, en estilo llano, para poner al alcance del vulgo los más útiles conocimientos.

En el favor que pidió Miguel de Zuheros fue más dichoso que en la consulta. Sankarachária se le otorgó a medias. Morsamor quiso ver y hablar al Padre Ambrosio. Y el mahatma, si bien se excusó de ponerle al habla con el Padre para que el Padre no averiguase que él había revelado sus ocultas relaciones y tratos, todavía le prometió hacer que le viese, y en efecto, cumplió la promesa.

Ni Tiburcio, ni Morsamor, ni el más rudo de los allí presentes dejó de entender lo que el viejo decía, como si a cada uno en su patria lengua le hablase. El viejo les dijo: Os hago saber que yo soy ayuda de cámara, secretario o fámulo del muy egregio señor Sankarachária. Gracias a él, y comunicados por él, poseo varios importantes dones.

Suspenso y como turulato se quedó Morsamor al oír en boca de Sankarachária el nombre de su benéfico amigo. Entonces exclamó sabrás quién soy yo. El Padre Ambrosio te lo habrá contado todo. Y vaya si me lo ha contado.

Cuanto he oído en Benarés en boca de los brahmanes y cuanto después me ha expuesto Sankarachária en su misterioso retiro son la corrupción del mencionado himno del Rig-Veda, donde el vate de los primeros tiempos busca a Dios, le columbra y le admira en las cosas creadas y le reconoce y le adora.

Sankarachária enseñó además a Morsamor que había dos métodos científicos: uno, por lo común empleado en Europa, que, valiéndose de los sentidos corporales e informándose de lo que se ve, se oye o se palpa, investiga las leyes de todo y procura elevarse a la causa primera; y otro, que es el indiano o teosófico, que se funda en la introinspección y por medio de Budhi logra que Manas se encarame y se enlace con Atma, y entonces no hay cosa que el hombre no sepa, y apenas hay cosa que el hombre no pueda.

En manera alguna dijo Sankarachária . Los más aprovechados e iluminados de entre nosotros, poseemos la facultad de entendernos, si queremos, con las personas que están más distantes. Nuestro cuerpo material y pesado es como la creación de nuestro cuerpo etéreo y plasmante, cuya ligereza raya casi en ubicuidad.