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Se hallaba cansado del mar, de la vida agitada del barco negrero, y quería recalar en un rincón y pasar unos años carenándose. Yo le dije que a , por el contrario, me faltaba la vida agitada como la que llevaba en el Asia con sir Wilkins; batirme todos los días, pasar a cuchillo al que se me pusiera por delante, y morir cualquier día de un balazo en la borda de un barco.

Después una mañana les dejé plantados, tomé el vapor y anduve viajando algunos meses por Inglaterra y Alemania para despistarlos, porque sospecho que me seguirán los pasos. Por fin, vine a Madrid, y allí estoy desde hace quince días. Tenía grandes deseos de verte, pero, francamente, el Escorial es un sitio peligroso para porque han de suponer que he venido a recalar a esta tierra.

Algunos se dirigen a Tejas, otros a Méjico, cuyas costas malsanas los rechazan; el inmenso litoral del Brasil no les ofrece grandes ventajas a causa del trabajo de los negros esclavos que quita el valor a la producción. Tienen, pues, que recalar al Río de la Plata, cuyo clima suave, fertilidad de la tierra y abundancia de medios de subsistir, los atrae y fija.

De la conservacion de este puerto y de este establecimiento se sigue igualmente la utilidad de que nuestros navios que pasan al mar del sur, y de este al del norte, sabiendo que pueden en él recalar ó arribar en urgente necesidad, tendrán la consolacion de hallar un tal abrigo en unos mares tan tempestuosos y en los dominios de su Agusto Soberano.

Pocos sitios más tétricos que aquél. El puerto era un fiordo flanqueado por montañas altísimas, con rocas desnudas y siniestras; el suelo, fangoso e inculto. A pesar de que la tripulación quería descansar allí, yo decidí seguir adelante hasta recalar en la bahía de la Soledad de las islas Malvinas.

Antes de llegar á la Bahia sin Fondo, donde debia recalar la expedicion, estalló la discordia entre el Superintendente y D. Francisco de Viedma, que desde entonces aspiraba á suplantarle: en una correspondencia secreta que este último mantenia con el Virey, le indujo á desaprobar el primer establecimiento que, segun las instrucciones, Piedra habia fundado en la península de San José; y con igual injusticia se residenció á Villarino que habia vuelto á Buenos Aires á dar cuenta de sus reconocimientos.

Allí seguían los residuos más antiguos de la boda rindiendo culto á puerta cerrada al hijo de Júpiter y Semele. No tardó en recalar también Antonio; Gregorio y algunos otros jóvenes de los que habían acompañado á las mujeres llegaron poco después. La juerga prosiguió más grosera y alborotada por la ausencia del elemento femenino.

No podía pensar en que iba a dejar de verla para siempre sin sentir un frío particular hacia la región izquierda del pecho... ¡Pobre Rosa, tan sencilla, tan buena! ¡dejarla en poder de aquellos bárbaros! La conversación de su tío le cansaba; la de los paisanos más; Celesto le hacía recalar siempre a la taberna. Luego, ¡Rosa era tan linda! ¡tenía tantísima gracia!