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¡Si no he salido de mi gabinete en toda la mañana, alma de Dios, ni contaba con que estuvieras fuera de casa!... ¡qué cuidado ni qué?... Ahora lo porque me lo dices... Pues tanto mejor entonces dijo Nieves esforzándose por echar el punto a broma . De todas maneras, me perdonas el pecadillo, ¿no es cierto?

No hay en nuestro mar un solo navegante honrado que no conozca ese pecadillo... ¿A quién se hace daño con ello?... El único que podía quejarse era el Estado, vaga personalidad que nadie sabe dónde habita ni qué cara tiene, y que sufre diariamente un millón de atentados semejantes.

No cómo lo diga, que el desacato es tal que me acobarda. ¿No os acordáis que dijisteis a los pollos "pío, pío", y es Pío nombre de los papas, vicarios de Dios y cabezas de la Iglesia? Papaos el pecadillo." Ella quedó como muerta, y dijo: "Pablos, yo lo dije, pero no me perdone Dios si fue con malicia.

A don Víctor al comulgar le atormentaba la idea de que no había confesado un pecadillo considerable: tenía sus dudas respecto de la infalibilidad pontificia. El canónigo Döllinger, de quien no sabía más sino que existía y que se había separado de la Iglesia, le seducía por su tenacidad, que le recordaba la de su tierra, Aragón, el reino más noble y testarudo del Universo.

Siempre que he oído a una mujer hablar de las intrigas galantes, de los enredos y travesuras de las otras, he visto que de ella decían las otras mil veces más. Y en los labios de todo aquel de quien me han referido mil horrores por su conducta poco limpia en los empleos públicos, he oído también las diatribas más enérgicas acusando a los otros del mismo pecadillo.

Por encima de las tapias del huerto conventual asomaban los negros y rígidos cipreses, que eran como el prólogo del arrobo místico, el dechado de la voluntad eréctil y aspiración al trance; y los sauces anémicos y adolecientes en la región los llaman desmayos , que eran la fatiga y rendimiento, epílogo dulce del místico espasmo; y los pomares sinuosos y musculosos, las ramas, de agarrotados dedos, mostrando rojas y pequeñas manzanas, que no sugerían la imagen del pecado, sino a lo más de un pecadillo.

Respecto de la otra, bastará recordar el Enigma del guarda-infante, ó sea del alcahuete en la Academia burlesca del Buen Retiro. Esta mañana fuy a ver al mi S.^r El Condestable, no le pude hablar. Sup.^co a V. m. me lo haga de saber si al leuantar a la mañana será buen hora, porq. tengo vn pecadillo q. confessarle, que confessores ay del Coraçon, como del Alma.

Pero la Sanguijuelera, cortándole la palabra, se echó un mantón sobre los hombros y salió con su sobrina, tomando el camino de la calle de las Amazonas, adonde llegaron pronto. Capítulo III Pecado «Ese tunante de Pecadillo dijo la Sanguijuelera metiéndose por un portal obscuro no sospecha que viene a verle su hermana. No te conocerá. Era un cachorro cuando te fuiste. Pero qué..., ¿no ves?