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Las aplicaciones de la maquinaria que hubo de exigir su representación, debieron ser de las más complicadas, porque casi todas las hazañas atribuídas á Hércules aparecen en este drama. Entre otras, trepa á la cima del Parnaso, monta allí en el caballo Pegaso y cabalga en él por los aires, para pelear con el dragón, que guarda las manzanas de las Hespérides.

La leyenda que en el siglo XV tenía trastornadas las cabezas de grandes y pequeños, de pobres y ricos, era una reminiscencia de la fábula de las Hespérides, un Eldorado, tierra del oro, colocada en las Indias y que se sospechaba ser el paraíso terrenal, subsistente en este mundo de pesares. Sólo faltaba encontrarlo.

Esta conversacion pasaba en presencia del conserje, que nos miraba con estrañeza, y que permanecia de pié, custodiando imperiosamente la entrada, como si se tratase de guardar las manzanas de oro en el jardin de las Hespérides. Mi mujer y yo nos dirigimos á un estanco, que hay á pocos pasos del edificio.

El pequeño Febrer, cuando el carruaje transponía una garganta, en lo más alto de la sierra, lanzaba gritos de alegría contemplando a sus pies el valle de Sóller, el jardín de las Hespérides de la isla. Las montañas, obscuras de pinares y moteadas de blancas casitas, tenían las cumbres envueltas en turbantes de vapores.

Los más atrevidos navegantes, fenicios y cartagineses, los árabes conquistadores que intentaron conglobar el Universo, atraídos por las relaciones de la tierra del oro y de las Hespérides, pasan el Mediterráneo, lánzanse á través del Grande Océano; mas, pronto se detienen: el límite sombrío, cubierto eternamente de nubes, que se encuentra antes de llegar al Ecuador, les impone respeto.

No lo repuso Rafael ; lo que es que la carta dice lo siguiente: «Os agradeceré que hagáis conocer a mi recomendado las mujeres más bellas y amables, las reuniones más escogidas y las antigüedades más notables de la hermosa Sevilla, ese jardín de las HespéridesJardín del Alcázar querrá decir observó la marquesa.

Eran los buñuelos de San José, el manjar de la fiesta; como frutos de oro, colgaban muchos de ellos de un colosal laurel, que recordaba el Jardín de las Hespérides. Bien entendía sus negocios el cafetinero. La tal falla iba a acabar con todo el aguardiente de sus barrilillos, mientras su mujer fabricaba los buñuelos por arrobas.

En este mar de tinieblas, más allá de las columnas de Hércules, habían colocado Homero y Hesiodo el Eliseo, morada de los bienaventurados, las Gorgonas, tierra de eterna primavera, y las Hespérides, con sus manzanas de oro, guardadas por un dragón de fuego.

Hubo varias causas de esta larga tardanza, y la principal fué el apartarse y dividirse las naves pocos días después de la partida de Cádiz, y perderse de vista la una de la otra, que encontrando rapidísimas corrientes que la desviaban, furiosísimos vientos que la maltrataban, disformes tempestades que la echaron á las costas de Guineos, se vió precisada la almiranta, en que le cupo venir á nuestro P. Antonio, á aferrar en la isla de Santiago, una de las islas Hespérides, que llamamos ahora Cabo Verde.

De la navegacion desde la Palma hácia las islas Verdes ó Hespérides, que llaman tambien de Cabo Verde. Dejó el capitan á D. Jorge en tierra con su muger, y reparado el navio como se pudo, navegamos á la isla de Santiago, sugeta al Rey de Portugal, á quien obedecen los negros: y dista de la Palma 200 leguas.