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La vida humilde tiene sus dulzuras: es grato, en una mañana de sol alegre, con la servilleta al cuello, delante de un bistek con patatas, desdoblar el «Diario de las Noticiasdurante las tardes de verano, en los bancos gratuitos del paseo, se gozan suavidades de idilio; y es sabroso, de noche, en Martiño, mientras se toma a sorbos el café, oir a los charlatanes injuriar a la patria.

Un agente de cambio de sus amigos le hacía operaciones por 20.000 francos al mes; un pintor le compraba cuadros, un especulador enriquecido adquiría terrenos para ella. Servicios gratuitos, es verdad, pero ninguno dejaba de serle útil porque todos aspiraban a ser amados. A los impacientes que estrechaban demasiado el cerco, les enseñaba su casa: una casa de cristal.

Pero siguiendo siempre con la misma óptica: la lectura a disposición de todos al menor coste, mediante el uso de textos electrónicos gratuitos que se pudieran utilizar y reproducir sin límites. Y luego, la segunda etapa sería la digitalización de la imagen y del sonido, siguiendo una orientación similar.

Isidora diría que al volver a su casa desde la de su tía se había encontrado al joven, amigo íntimo, deudo y aun pariente lejano del señor Canónigo. Era, no ya estudiante, sino médico hecho y derecho, y bien podía prestar servicios tan excelentes como gratuitos a una familia que no gozaba de perfecta salud.

Art. 6.° Prevengo á los padres que no consientan que sus hijas traten por largo tiempo con mancebos, ni reciban dádivas y servicios gratuitos de los amorosos pretendientes. Art. 7.° Que no dejen de labrar tierras, alzar casas, sembrar palay y árboles provechosos, y que los que tengan no empleen la usura, acordándose de Dios y de que pueden dejar de tener.

El tabernero, prescindiendo de consultar a su hijo, organizaba corridas en las plazas de Tetuán y Vallecas, siempre «corriendo con los gastos». Estas plazas de las afueras estaban abiertas a todos los que sentían el deseo de ser corneados o pateados por un toro a la vista de unos cuantos centenares de espectadores. Pero los golpes no eran gratuitos.

Todo se vuelve caras nuevas, que después no son nuevas. ¿Quién son ésas? y resulta que son las de Mínguez, es decir, las eternas Mínguez, las de ayer, las de antes de ayer, las de siempre. ¡Pero mientras la ilusión dura!... En los pueblos donde pocas veces se tienen espectáculos gratuitos lo es y más interesante el de contemplarse mutuamente.

A pesar de que lastimaba su espíritu aquella perspectiva de viaje, con las molestias consiguientes, el mucho gastar, el pedir billetes gratuitos y demás chinchorrerías, D. Francisco estaba tan contento que le rebozaba la alegría en los labios, y no podía estar callado ni un minuto. «En cuanto me ponga bien, voy a emprender un trabajo de carpintería.

Cerca de la fuente, en un tablado, la charanga del Maestro Bemoles tocaba una desastrada fantasía del «Baile de Máscaras». La concurrencia era numerosa, pero popular, popularísima: gente humilde, la que acude en tropel a los espectáculos gratuitos.