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Al fin, pasando por su hermoso rostro una ráfaga de ternura, después de mirar rápidamente a todos lados, se acercó a él, le pasó un brazo por la espalda y le dijo con acento cariñoso: Y ahora que estamos solos por última vez y que nadie nos ve, ¿no nos despediremos de un modo más efusivo? ¿Cómo quieres que nos despidamos? respondió él mirándola y haciendo un esfuerzo supremo para sonreír.

Luego que salió, ésta, que había estado contemplando con emoción reprimida el semblante descompuesto de su madrastra, conmovida por la bondad que respiraban todas sus palabras, se levantó del asiento y fué a arrodillarse delante de ella. Apoderóse de sus manos blancas y descarnadas y las besó con efusivo transporte de cariño.

El Marqués le dio un abrazo que envidió un cura pequeño, paniaguado de la casa. Ripamilán estrechó la mano de don Fermín con cariño efusivo; y juntos pasaron al gabinete. Los tres canónigos se levantaron; la señora que parecía un fraile sonrió satisfecha y murmuró: ¡Ah, señor Provisor!...

Y cuando las lindas transeúntes penetraban a la tienda, el dueño dejaba a sus amigos, saludaba a sus clientes con un efusivo apretón de manos, preguntaba a la mamá por ese caballero, echaba algunos requiebros de buen tono a las señoritas, tomaba el mate de manos del cadete y lo ofrecía a las señoras con la más exquisita amabilidad; y sólo después de haber cumplido con todas las reglas de este prefacio de la galantería, entraban clientes y tenderos a tratar de la ardua cuestión de los negocios.

Paca predicaba allá en un grupo lejano; pero en cuanto los vió se vino hacia ellos, saludó á Soledad con efusivo cariño y á Velázquez con la franqueza de siempre, como si no hubiera pasado nada. La presencia de Soledad causó, como de costumbre, grata impresión en el sexo masculino. Se murmuraron requiebros hiperbólicos, se dijeron al oído unos á otros frases de entusiasmo.

Advertí que la cerrazón de la máscara trágica se abonanzaba. Se insinuó una sonrisa. Era el advenimiento del hombre efusivo. Anoche dijo al fin don Gillén comencé a contarle innumerables futesas, sin interés o de muy escaso interés. Pero este asomo de interés se desvanecerá si dejamos truncada la historia.

Apolonio y Belarmino... se abrazan en un abrazo callado, prieto, efusivo y fraternal. Nunca te he odiado; lo juro dice Apolonio, al cabo . Nunca te he odiado, aunque me despreciabas. Nunca te he despreciado murmura suavemente Belarmino. Es la primera vez que se hablan, y se tratan de con espontaneidad, porque en el misterio del pecho eran íntimos el uno del otro, desde hace muchos años.

Yo me quedo contestó secamente. La pareja se despidió con un estrecho y efusivo abrazo, al que siguieron algunas lágrimas. ¡Don Jorge! ¿También se va usted? preguntó la Duquesa cuando vio a aquél que parecía aguadar a Tomás para acompañarle. Hasta el cañón contestó. Y, diciendo esto, besó a la Duquesa, dejando encendida su blanca cara y rígidos de asombro sus entumecidos nervios.