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Maxi, que al hablar de la familia se dejaba guiar más por el amor propio que por la sinceridad, le había hecho mil cuentos hiperbólicos de Nicolás, pintándole como persona de mucha virtud y talento, y ella se los había creído.

Haciendo elogios hiperbólicos de la virtud y el talento de su compañero, supo, no obstante, clavarle el estilete hasta la empuñadura. Sus reticencias insidiosas, el acento protector y triste con que disculpó las faltas de los sacerdotes, y las últimas palabras dirigidas a excitar la benevolencia del tribunal, causaron profunda impresión en el auditorio.

De estos encuentros nace a veces un principio de simpatía, que las casamenteras fomentan con elogios hiperbólicos de la futura al futuro y viceversa. Y justo es reconocer que algunas veces salen buenos matrimonios de estas gestiones de las casamenteras.

Se puede «tramitar» un joven, una niña y aun toda la familia. Generalmente, aunque se empiece por una sola persona, se acaba por tramitar a todo el grupo familiar. Comienza la acción tramitadora por grandes e hiperbólicos elogios de los tramitados, antes de la presentación.

Pero esta hegemonía de Francia en letras y en artes, no sólo da a Francia entre los extranjeros fundadísimo crédito, sino también prestigio deslumbrador, que los solicita y estimula a la admiración más ciega, a los encomios más hiperbólicos y muy a menudo a la desmañada imitación de lo peor, originando modas en lo que se escribe y en lo que se piensa, como las hay en lo que se viste y en el menaje de las casas.

Paca predicaba allá en un grupo lejano; pero en cuanto los vió se vino hacia ellos, saludó á Soledad con efusivo cariño y á Velázquez con la franqueza de siempre, como si no hubiera pasado nada. La presencia de Soledad causó, como de costumbre, grata impresión en el sexo masculino. Se murmuraron requiebros hiperbólicos, se dijeron al oído unos á otros frases de entusiasmo.

Esta trajo las pelucas blancas, los peinados complicados é hiperbólicos; y con el artificio de estos peinados se creó el peluquero de las damas, hombre gracioso que entraba en todos los tocadores, y era tercero en toda intriguilla de amor. Ningún siglo ha visto, como el décimoctavo, la astucia sirviendo al amor.

Y por el mismo estilo iba ensartando su ristra de requiebros hiperbólicos e incoherentes entre las risas de María de la Luz y los suyos, que agradecían la confianza del señorito. Al terminar la vendimia, Luis mostrose orgulloso, como si finalizase una obra grande.

En cuanto se comprendió estallaron los bravos; todo el mundo felicitaba con elogios hiperbólicos a la artista que confusa y ruborizada se agitaba en contorsiones humildes, mientras su mamá embargada por la emoción estaba a punto de romper a llorar.

El fondo de escepticismo abraza también las cuestiones religiosas; raro es el bogotano del buen mundo que se lance, en una declamación contra los frailes, etc. Tienen la epidermis intelectual nerviosa y cualquier rasgo de mal gusto los irrita. Pero al mismo tiempo, hiperbólicos, exagerados, extremosos en todo. ¿Tienen una antipatía?