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Es muy grande el número de dramaturgos portugueses que, sobre todo, bajo el dominio de los tres Felipes, escribieron en castellano sus comedias. El más ilustre fué Matos Fragoso. Síguenle dos Pachecos, Cayetano Souza Brandao y otros varios, entre ellos algunas poetisas. De todos trae García Pérez noticias biográficas y bibliográficas en abundancia.

Pero guiado sólo del amor á lo bello y permaneciendo fiel á su naturaleza, no trató más que de producir obras bellas y perfectas, sin curarse de competir en ingenio con su glorioso predecesor; y por esta modestia y esta moderación llegó á ser el más grande de los dramaturgos que la humanidad ha producido. ¡Cuán distinto lo que hoy sucede!

Sabios, poetas, dramaturgos y novelistas hay, sin duda, en otras naciones, pero los que más se leen, se celebran y se admiran en todas son los franceses.

El visitante encuentra al señor X... discreteando amenamente con varios autores: allí están, sentados y formando semicírculo, D. Pedro y don Luis, dramaturgos de altísima y merecida reputación; el señor N..., crítico literario muy estimable; el señor O..., sainetero excelente, Pontífice Máximo de la Risa, y otros escritores de menor historia y cuantía.

Al que no lo necesitase nadie le impediría gastar su sueldo en obras de misericordia ó regalar al teatro mismo, para adorno de sus galerías y salones de descanso, bustos y pinturas que representasen á nuestros mejores dramaturgos, actores y actrices.

Jamás la agilidad creadora del genio iguala la fecundidad inexhausta de la naturaleza; todos los caracteres que novelistas y dramaturgos desde Corneille hasta Rostand, han inventado, no suman la muchedumbre de tipos, de temperamentos y de familia, que pueden pasar ante nuestro balcón en el espacio brevísimo de una hora.

No imitemos la peligrosa práctica de muchos modernos novelistas y dramaturgos, que apoderándose de los personages históricos para entretener con sus hechos los ocios de los aficionados á aventuras prodigiosas, y fundando en la mera posibilidad sus invenciones, suplen el silencio de las crónicas acumulando sobre ellos á placer interesantes monstruosidades, esponiéndose al riesgo de que un ignorado y empolvado documento producido á nueva luz los deje como infamadores convictos.

Caprichos de mi padre, que era autor dramático y zapatero, o zapatero y autor dramático, según el orden de prelación que usted prefiera. Todos mis nombres lo son también de famosos dramaturgos de otros tiempos: Pedro Calderón de la Barca, Lope de Vega, Francisco de Rojas Zorrilla.... De ese Zorrilla, autor del Tenorio, algo hablar cuando era niña interrumpió doña Emerenciana.

Quiero decir que el «cómico», al mismo tiempo que busca personalmente en la naturaleza los insustituibles acicates inspiradores de su arte, ha de examinarla á través del criterio de los dramaturgos que interpreta, y componérselas de modo que el estudio «directo», que es el de la naturaleza, y el tortuoso ó «reflejo», que es el de los autores, se complementen y fortifiquen de suerte tal, que lo «vívido» confirme lo leído, y esto, á su vez, ratifique y corrobore lo por él visto y escuchado.