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El rey, haciendo un saludo militar, dijo: Marqués de Benhacel, cubríos y hablad.

¿Pero qué puede suceder?... Yo veo á Calderón marchar de frente hacia el cadalso, sin verle, confundiéndole con el trono. ¡Ah! Dejad que suba solo al cadalso... cubríos... ¡Cómo! ¡Pelegrín! ¡crees...! Lo creo posible todo.

¡Como la otra! repitió en acento ronco y cada vez más desencajado Montiño. ¿Pero estáis loco, señor Francisco? cubríos, que el aire hiela; embozáos y componéos, y venid conmigo. Montiño se encasquetó la gorra de una manera maquinal, y repitió su extraño estribillo: ¡Como la otra!

El duque se sentó en un sillón junto al lecho, y por la primera vez se descubrió delante de Dorotea. Cubríos, cubríos, don Francisco dijo la joven ; yo os lo ruego. Os habla una pobre mujer, y esa mujer os suplica. Cubríos, si no queréis lastimarme. El duque se puso la gorra. ¿Qué queréis, pues? Don Juan Téllez Girón ha sido preso; preso como causante de la herida de don Rodrigo.

Os habéis enlodado; id á mudaros á vuestra casa. Allí encontraréis á Juan Montiño... id con él acompañada á la comedia. ¡A la comedia! ¡Trabajar, fingir, con el corazón lleno de lágrimas! ¡y mostrarme serena y reir! Esa es la vida: sed una vez cómica... aprended á serlo, qué os importa. Este es vuestro manto... cubríos bien, hija. Este mi ferreruelo. ¿Os habéis cubierto? .

Cubríos antes con vuestro manto; de seguro el bufón del rey ha vuelto á su aposento, no os ha encontrado, y os anda buscando como un tigre; procuremos, pues, que no nos encuentre, y aprovechemos esta hora en que aún no se ve bien claro. Vamos, , vamos; tengo impaciencia por vengarme.

De hoy en ocho días firmaremos el contrato. Ya sabéis, querido amigo, que es asunto que os atañe. Permitidme que acompañe a esas señoras hasta el coche, y nos acercaremos al círculo. Por el camino hablaremos. Pero cubríos, ¡qué diablo! No había visto que permanecíais con el sombrero en la mano. ¡Cuando menos se piensa se atrapa un resfriado!

Pues entonces sois de la casa dijo el conde ; cubríos, mozo, cubríos, que corre un mal Norte, y seguid hacia el alcázar; y , bergante añadió dirigiéndose al palafrenero , toma el caballo, llévale á las caballerizas y cuídale como si fuera un bicho de punta; y debe de haberlo sido. ¡Diablo, lo que son los años!

Y volviéndose a uno de los criados: Decid que pongan el cupé, en seguida. No, señorita, no, os ruego. El aire libre me calmará... tengo necesidad de caminar... dejadme partir. ¡Partid, pues!... Pero no tenéis abrigo... Tomad este chal para cubrios. No tengo frío... mientras que vos... con ese traje... parto para obligaros a entrar.