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Dicen que la convalecencia será larga, y basta verla para creerlos. No parece su sombra; en fin, seguiremos cuidándola como hasta aquí, y recobrará las fuerzas perdidas. »Y ahora, pobre amigo, ármate de valor. Ya te lo figuras, ¿verdad?

Ya he dicho que el genio del escritor se reconoce sobre todo por la creación de tipos y que ningún carácter de invención se convierte en tipo si no presenta esa expresión de individualidad original, pero asequible, que la hace familiar a todo el mundo. ¿Quién de vosotros no conoce a Don Quijote y a Sancho? ¿quién no se complacerá en creerlos trotando juntos, el uno sobre Rocinante, el otro sobre su rucio, por las llanuras de la Mancha? ¿quién, encontrándose en España, no abandonará a costa de grandes molestias, los animados corros de la Rambla o las voluptuosidades del Prado para ir a buscar el inmortal espíritu de los dos héroes a alguna posada?

Lo cual ha dado no poco que entender á los ministros del Evangelio para reducirlos á que vivan juntos en un paraje y en unas mismas casas donde se porten como racionales y puedan ser instruídos en los misterios de la santa fe para creerlos, y en los preceptos de nuestra santa ley para observarlos.

Mucho lisonjean mi orgullo de madre interpuso Doña Blanca, esos encomios de Clarita que oigo en boca de V.; pero mi amor á la justicia me induce á creerlos exagerados.

Atentísimamente estuvo don Quijote escuchando las razones del canónigo; y, cuando vio que ya había puesto fin a ellas, después de haberle estado un buen espacio mirando, le dijo: -Paréceme, señor hidalgo, que la plática de vuestra merced se ha encaminado a querer darme a entender que no ha habido caballeros andantes en el mundo, y que todos los libros de caballerías son falsos, mentirosos, dañadores e inútiles para la república; y que yo he hecho mal en leerlos, y peor en creerlos, y más mal en imitarlos, habiéndome puesto a seguir la durísima profesión de la caballería andante, que ellos enseñan, negándome que no ha habido en el mundo Amadises, ni de Gaula ni de Grecia, ni todos los otros caballeros de que las escrituras están llenas.

Quando los acontecimientos son pasados, ó suceden en lugares distantes, donde nosotros no podemos hallarnos para asegurarnos de ellos, supuesta su verosimilitud, no resta otra cosa para creerlos, que atender la calidad de los que nos los cuentan, ó la gravedad de los mismos hechos. La calidad de los testigos es de gran peso para inclinarnos al asenso.

En quanto á los peritos es necesario no creerlos sobre su palabra, porque acontece que el Pueblo tiene por peritos á los que no lo son, y para no ser engañados es preciso que oigamos sus pruebas.

Poca ó ninguna falta nos hacian estas circunstancias para creerlos procedentes de la debilidad, del mismo modo que algunos fenómenos convulsivos, tales como los ojos giran en su órbita, los globos se dirigen hácia arriba.

Por esto, sabiendo que de ordinario los hombres se gobiernan mas por las pasiones, y representaciones de la fantasía, que por la razon, no hemos de creerlos sobre su palabra, sino sobre las pruebas que alegan.

Así que el hombre ha de gobernarse por la razon, y esta es la que en las Ciencias humanas ha de obligarle al asenso. Y es bien cierto, que los referidos Autores no siguieron en muchas cosas á los pasados, y el mismo derecho tenemos nosotros, y la misma libertad para seguirlos, ó para no creerlos.