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Segunda la volvió a mirar, echándose a reír con descarada grosería. «Pero, chica, si ha estado aquí esta noche, y se fue a las diez...». ¡Ah!, ¿esta noche ha sido? Es que confundo yo las noches... Creí que había habido un día entre medio. Cuando una está en la cama, se le va la idea del tiempo...

Pues estadme atento y veréis cómo, en un abrir y cerrar de ojos, confundo todas vuestras dificultades y remedio todas las faltas que decís que os suspenden y acobardan para dejar de sacar a la luz del mundo la historia de vuestro famoso don Quijote, luz y espejo de toda la caballería andante.

Los números concretos, no son números, sino cuando participan de esta propiedad. Dos, que puede aplicarse á un caballo y un caballo, no es aplicable á un caballo y un hombre; pero lo es, si no pensando en la diferencia de racional é irracional, los confundo en la idea de animal. El número concreto necesita una denominacion comun; de lo contrario no es número.

Pues yo tampoco lo , y me confundo... Cosa de magia, chica, porque yo... te juro que vivo con economía... Malditos sean los usureros, fieras desenjauladas, dragones sueltos contra quienes nada puede la humanidad indefensa. A ti te debo que no haya caído una gran mancha sobre el honrado nombre de Pez... ¿Pero qué sucederá? Que dentro de poco llegará otro vencimiento.

Los frailes, y no digo ustedes, porque á usted no le confundo en la masa general, los frailes de todas las órdenes se han convertido en nuestros abastecedores intelectuales y dicen y proclaman, sin pudor ninguno, ¡que no conviene que nos ilustremos porque vamos un día á declararnos libres! Esto es no querer que el preso se nutra para que no se mejore y salga de la carcel.

En el fondo de este cuadro casi imaginario ya, se destaca una figura: es la imagen de Magdalena, con su traje y su velo blanco y su corona de desposada. Algunas veces tanto contrasta la tenuidad de esta visión con las realidades más crudas que la preceden y la siguen la confundo, por decir así, con el fantasma de mi propia juventud, virgen, velada desaparecida.

Bien me lo figuraba yo, á pesar de lo que decía mi sobrina, que es una santa, y se empeñaba, guiada por su buen corazón, en que esa muchacha se iba á corregir. ¿Cómo puede corregirse un monstruo semejante? ¡Qué deshonra, qué vilipendio! ¡Ay! yo no sirvo para estos casos; me confundo, me descompongo y no puedo tomar ninguna determinación.

Pues entonces lo confundo yo con otra cosa. Paréceme que en Madrid lo decir al señor licenciado Lobo, aquel famoso escribano...; pero no, seguramente se equivocó. ¿Conoces al Sr. de Lobo? me preguntó con inquietud. Ya lo creo; somos muy amigos.