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En cambio, la acción de la novela no reconoce limites; es infinita, como la del cinematógrafo, y puede componerse de tres ó cuatro historias diversas, que se desarrollan á la vez, y al final vienen á confundirse en una sola; puede tener por escenario los lugares más diversos de nuestro planeta.

Los misioneros y los exploradores solían tocarles el acordeón a los antropófagos africanos, a fin de ver si eran civilizables; pero utilizar el mismo procedimiento para contrastar la bondad alemana, francamente, me parece algo ofensivo. Los alemanes son tiernos, son dulces, son musicales y lloran en el cinematógrafo.

Pero al llegar á la calle, se convenció de que nadie la espiaba, y recogiéndose las faldas, echó á correr con una ligereza juvenil. Su arrugado rostro se dilató, jadeando de fatiga; sus cabellos blancos se escaparon en desorden de la pañoleta de punto con que abrigaba su cabeza. Cuando llegó al cinematógrafo, salían de él los últimos grupos de espectadores.

Sólo una celebridad femenina era digna de él; su orgullo paternal no aceptaba menos... Y nunca se le podía ocurrir que Julio estaba con Argensola en un music-hall, en un cinematógrafo, gozando de las monótonas y simples diversiones del París ensombrecido por la guerra, con la simplicidad de gustos de un subteniente, y que en punto á éxitos amorosos su buena fortuna no iba más allá de la renovación de algunas amistades antiguas.

Y desfilaban por el oratorio cinematógrafo, la cueva de Covadonga; un árbol fantástico de la Reconquista «donde el guerrero colgaba su espada, el poeta su arpa, etc., etc.», pues todos acudían a colgar cualquier cosa; los siete siglos de batallas por la cruz, plazo algo largo, mediante el cual fue expulsada del suelo español la impiedad sarracena.

Mina reía de sus juramentos de amor acompañados de gestos trágicos, y lo convidaba á comer, exigiéndole que no faltase á sus costumbres y siguiera fumando entre plato y plato un largo cigarro atravesado por una paja, que esparcía un olor pestilente. Una noche, el conde, para agradecer sin duda estas amabilidades, la invitó á un cinematógrafo.

Era mejor que lo matasen los alemanes... Y empezó á acariciar mentalmente la idea de recoger un arma de cualquiera de los muertos, cayendo sobre el junker que le había abofeteado. Estaba llenando por tercera vez los cubos y contemplaba de espaldas al teniente, cuando ocurrió una cosa inverosímil, absurda, algo que le hizo recordar las fantásticas mutaciones del cinematógrafo.

Estos señores no ven la necesidad de cambio ninguno. El mundo les parece verdaderamente bien, y en realidad, ¿qué mundo ha estado nunca mejor? Tiene calefacción central y juicio por jurados. Tiene sistema parlamentario. Tiene gas, tiene luz eléctrica, tiene telégrafo y teléfono, tiene leyes de Accidentes del trabajo, y tiene cinematógrafo.

Estará, seguramente, en los cinemas de quinta clase.... Eso es; helo aquí. Y dirigiéndose á la vieja, le dió el nombre de una calle y el título de un cinematógrafo. Un poco lejos, abuela; en Grenelle, al otro lado de París; ¡pero tomando el Metro!... Allí encontrará á su nieto durante una semana.

Yo no afirmo que el cinematógrafo sea un remedio único y decisivo; reconozco además como indiscutible que la novela impresa será siempre superior á la novela expresada por el gesto, pues esta última no puede disponer con la misma amplitud que la otra de la sugestión inmaterial del «estilo»; pero creo que si los novelistas empiezan á intervenir directamente en el desarrollo del «séptimo arte», monopolizado hasta hace poco por personas sin competencia literaria, su esfuerzo servirá cuando menos para reanimar la novela, comunicándola una segunda juventud y haciendo más extensos sus dominios actuales.